En medio del fervor militante, de las urgencias políticas y de las iras sociales, del protagonismo de los nuevos movimientos populares y de los sentimientos telúricos y comunitarios que se han despertado con la dinámica global, la primera tentación radica precisamente en despreciar lo teórico y concentrarse en el experimento y en la práctica revolucionaria. Para el filósofo francés Alain Badiou, uno de los discípulos más ilustres que quedan en Francia de la escuela de Althusser, existe una máxima de su maestro que hoy calza al dedillo para el debate sobre la comunidad que viene, llámese ésta socialista o como se le quiera nombrar: “Los grandes fracasos históricos proletarios se deben en su origen a desviaciones teóricas”. Uno de los énfasis del debate es que no hay alternativa ni opción socialista que valga la pena, si ésta no es pensada teóricamente. Sobretodo a la luz de la propia y trágica experiencia del socialismo del siglo XX.
Los dilemas y desafíos teóricos que enfrentan estos pensadores son tan gigantescos que, a pesar de las evidencias, aún cuesta entonar con fe ciega aquella canción de la trova cubana llamada “La era está pariendo un corazón”. La mesa está servida, y antes de que usted siga despreciando eso que por estas tierras se llama “socialismo del siglo XXI”, sería bueno que se tome el tema en serio, y se aboque a debatirlo. No vaya a ser que siga repitiendo como un loro que existe una izquierda democrática y otra paquidérmica: el socialismo, sin duda, es uno solo, aquel que se coloca del lado de los excluidos, de los pobres y de los que no tienen ningún poder de participación, y mucho menos de representación política y económica.
Antonio Negri: el perpetuo poder constituyente
Raíces: Es el más célebre de las figuras que se ubican “a la izquierda de la izquierda”, tal como lo clasifica el filósofo francés Etienne Balibar. Con una larga trayectoria militante en las filas obreristas italianas, condenado a prisión por el presunto asesinato de Aldo Moro a finales de los años 70, se puede decir que Negri es hijo de la izquierda europea occidental que surgió del más arduo enfrentamiento con las doctrinas y los catecismos soviéticos, a finales de los años 60. Ha hecho en los últimos años, junto a Michael Hardt, una valiosa y peculiar síntesis del marxismo con la tradición filosófica de Spinoza, Deleuze, Foucault y los pensadores postcoloniales. Sus libros imprescindibles, Imperio (2002) y Multitud (2004), se han convertido en verdaderos manuales teóricos de algunos grupos antiglobalizadores, sobre todo desde las movilizaciones anticapitalistas de Seattle, en 1999. Buena parte de las plataformas políticas europeas que lo apoyaban, tomaron distancia de sus planteamientos, cuando Negri decidió apoyar el proyecto de Constitución europea.
Tesis política: Desde sus primeros libros en la década de los 90 sobre el poder constituyente, Negri ha venido perfilando un proyecto político que quiere intervenir de manera decisiva en el nuevo orden mundial de la globalización, a partir de dos ejes de trabajo: uno, la conformación de una multitud abierta y móvil (plural e interclasista), que renuncia a los mecanismos tradicionales de representación política (partidos, jerarquías, autoridades), y, dos: la transformación de esa multitud en un poder constituyente capaz de transformar el orden existente. Negri considera que la multitud de hoy se articula gracias a los numerosos agujeros que deja la globalización, y también por la incapacidad institucional que muestran los estados-nación para mediar en los conflictos y contener las demandas colectivas. Su visión del contrapoder (resistencia, insurgencia y poder constituyente) es una valiosa guía para ensayar la creación de bloques autónomos de poder en el orden mundial. Un contrapeso a las lógicas del capital.
Resonancias: Si algunos de estos planteamientos coinciden con aspectos del proceso político venezolano que se inició en 1998, no es pura coincidencia. Fue la estrella invitada del pasado Foro Social Mundial, y este mes regresa para seguir conversar con el presidente Chávez sobre la dirección y proyección del proceso político.
Ernesto Laclau: la articulación hegemónica del pueblo
Raíces: Es considerado el auténtico sucesor posmoderno de la teoría de la hegemonía de Gramsci. Aunque es argentino, Ernesto Laclau se formó académicamente en Oxford y reside en Inglaterra desde 1969. La obra de Laclau ha sido analizada como un síntoma de la evolución que ha tenido la izquierda, desde su más profunda crisis, a finales de los años 70, hasta su renacimiento inesperado, en los albores del siglo XXI. Sus primeros libros poseen una retórica muy cercana a la de su maestro, Louis Althusser. A principios de los años 80 da un vuelco radical a sus planteamientos, cambia las referencias y escribe libros que resultan hoy visionarios. Militó en la izquierda sureña de Jorge Abelardo Ramos, y tras los años de academia constituyó una dupla teórica con la francesa Chantal Mouffe, con la que ha desarrollado una tesis política denominada “la democracia radical”. Títulos imprescindibles de los grupos de izquierda variopinta son Hegemonía y estrategia socialista (1986), Nuevas reflexiones sobre nuestro tiempo (1991) y La razón populista (2005).
Tesis política: Laclau tuvo que desmarcarse de numerosas herencias de la izquierda. Esto lo llevó a ser acusado de revisionista y traidor al espíritu originario del marxismo. Sin embargo, los años de trabajo sostenido parecen darle la razón. Concibe el campo social y político como un espacio abierto a relaciones discursivas insospechadas, marcadas por afectos y energías libidinales. Es decir, el campo social no está condicionado por la necesidad, por la lucha de clases ni exclusivamente por la defensa del individualismo. Su planteamiento central gira en torno a la posibilidad de establecer identidades políticas en sociedades complejas y con imaginarios diversos, que logran constituirse en fuerza hegemónica capaz de transformar el orden social. Le otorga una importancia fundamental a la retórica y a los liderazgos en la configuración de ciertos movimientos sociales. Se distancia radicalmente de Negri, de su tesis de la “revolución total”, y a su vez de las versiones “light” de la izquierda puramente reformista. Considera que se pueden hacer grandes transformaciones sociales gracias a la intervención política de las mayorías en democracia.
Resonancias: Se le acusa de hacer concesiones excesivas al sistema de la democracia representativa. Su última tesis sobre el populismo debe ser debatida, porque considera que el populismo es un valioso instrumento para construir lo político, allí donde existen realidades institucionales opacas y demandas igualitarias infinitas. Desde este punto de vista, el populismo (sus discursos generales e inconsistentes), resulta muy eficaz para motorizar cambios sociales sustanciales, en sociedades marcadas por las diferencias y las pluralidades irreductibles. Si le suena familiar el hecho de que ciertos imaginarios, palabras y afectos logren prenden asombrosamente en las masas, y ordenar con ello lo que antes parecía fragmentado y desunido, entonces Laclau está más cerca de lo que parece de la evolución del proceso político venezolano.
Jacques Ranciere: cuando los sin nadie asumen el poder del todo
Raíces: Viejo compañero de viajes de Louis Althusser, protagonista con muchos otros de los sucesos del Mayo francés, en 1968, es uno de los emblemas de esa generación que inventó un nuevo trayecto en la historia de las luchas sociales: el camino novedoso de la universidad a la fábrica. Jacques Ranciere se ha concentrado en los años 90 en analizar y resaltar, a diferencia de Negri, la categoría de “pueblo” como unidad política capaz de transformar el régimen institucional. Aunque hoy ha logrado, por su indudable erudición y lucidez, ampliar su radio de trabajo filosófico al campo del arte y del cine, Ranciere acaba de publicar un libro sumamente polémico, El odio a la democracia, al calor mismo del estallido social vivido el año pasado en los suburbios franceses. Su nombre suele asociarse con el de otros dos ilustres de su generación, que mantienen intacto el ímpetu emancipador: Etienne Balibar y Alain Badiou. Su libro clave se llama El desacuerdo. Política y filosofía (1996).
Tesis: En el contexto de los grandes desplazamientos del marxismo, Ranciere retomó las referencias clásicas de la política en Platón y Aristóteles, para reintroducir la noción de “lucha de clases” como argumento central del desacuerdo democrático. Ranciere afirma que la filosofía política, desde Platón hasta Hobbes, desde Aristóteles hasta Hannh Arendt, puede verse como esfuerzos del pensamiento para neutralizar el escándalo propio del conflicto político, es decir, para domesticar su naturaleza antagónica, caótica y anómica. Todos los intentos de la filosofía política, al fin y al cabo fallidos, radican en tratar de poner un orden y una armonía en lo social, donde por definición hay desacuerdos y antagonismos irreductibles. Desde el desarreglo estructural que vive el sistema democrático (las cuentas aritméticas y geométricas nunca cuadran perfectamente, es decir, no hay solución coherente entre los que poseen la propiedad económica, los que tienen el saber y los que sólo heredan la libertad como única virtud), Ranciere sostiene que la humanidad, en algunos períodos, vive grandes procesos políticos que se caracterizan por el uso de esa libertad por parte del demos, del pueblo. Así, la política no puede ser concebida como consenso, sino como radical desacuerdo de los que “no cuentan para nadie”, de los que en un momento emancipatorio dado, se asumen como la totalidad de la sociedad en nombre de la libertad.
Resonancias: En el largo y sostenido conflicto democrático y hegemónico que se ha desatado en Venezuela desde 1989, lo que se ha hecho visible es que los roles y las funciones que se habían distribuido socialmente con el Pacto de Punto Fijo, entraron en radical confrontación y litigio. Los dueños de la propiedad, los poseedores del saber y los vastos sectores excluidos –Ranciere le llamaría pueblo- son conglomerados que aritméticamente no guardan ningún equilibrio. No valen igual, a pesar de que la democracia los iguala. La tesis de Ranciere permite mirar con otros ojos el proceso donde las mayorías sociales, históricamente excluidas, llegan al poder en Latinoamérica por la vía electoral, y a través del desacuerdo democrático intentan cambiar el orden. Estos procesos también hacen visible las limitaciones propias de la filosofía política.
Alain Badiou: fidelidad al acontecimiento y organización del proyecto
Raíces: Fue un de los más fervientes discípulos de Althusser en los años 60, y de buena parte de la generación contracultural francesa, en la que hay que incluir a figuras como Foucault y Lacan. Desde los años 80 se convirtió en rival teórico de filósofos de gran éxito en las academias occidentales, especialmente norteamericanas, como Derrida y Deleuze. Abandonó el partido comunista francés en los años 70. Aún hoy, en determinados contextos, se le suele escuchar una defensa animosa al espíritu original de la Revolución Cultural China. Es considerado en Francia como una figura intelectual de primera línea, ligada al espíritu del jacobismo, y por ende, un constructor de voluntades y fidelidades militantes férreas, tópico que lo ha tenido ocupado desde mediados de los años 80, cuando empezó a perfilar un programa teórico que es considerado, en este momento, el más sólido de la filosofía francesa. Sus libros más leídos son La ética (2003), Condiciones (2003) y San Pablo, la fundación del universalismo (1999)
Tesis política: Badiou considera que el siglo XX estuvo signado por las utopías que se fraguaron en los laboratorios ideológicos del siglo XIX, entre ellos el marxismo. Eso tuvo grandes consecuencias en una centuria que se resume por el sueño infatigable del hombre, organizado en masas, de construir lo que no existe, lo que no está en la realidad (el comunismo, el progreso), y de destruir lo que ya hay. De este modo, el hombre se enfrentó a los grandes abismos de la aniquilación (el holocausto, el gulag) y, en nombre de un ideal, se manifestó dispuesto a matar a los otros. Badiou caracteriza esa voluntad como “la pasión por lo real”, y entiende que esa voluntad de masas se articuló alrededor del partido político, como institución capaz de conquistar y transformar el Estado. Hoy Badiou piensa radicalmente distinto, y entiende que el verdadero objetivo del siglo XXI debe ser no manifestar su fidelidad a la utopía, sino a los acontecimientos concretos que, aparentemente marginales, poseen un grado de verdad en la configuración de lo social y de lo comunitario. Es un pensador del acontecimiento, y de la fidelidad que debe asociarse a él, organizada ésta a través de movimientos colectivos que escapen al horizonte del poder, es decir, al Estado. Badiou piensa que la comunidad no puede consolarse con el acceso al poder. Más bien debe trascender la lógica del Estado. Badiou ha hecho un aporte considerable al sentimiento militante, al intentar superar el horizonte leninista del partido y de la organización de la revolución, a partir de la lección del apóstol Pablo, quien cambió todas las coordenadas religiosas judías y del orden social romano de entonces, a partir de una prédica imposible –“Jesús ha resucitado”- y a un gran acto de inclusión colectiva. Badiou es considerado el pionero de una nueva teología política ligada a San Pablo y su universalismo.
Resonancias: El valor que puede tener Badiou en el contexto nacional radica en que el proceso político no tiene que ofrecer promesas trascendentes. Por el contrario, debe asegurar la fidelidad y el compromiso del liderazgo y del movimiento político con la comunidad, con el fin de garantizar su desarrollo. La lección es que no hay que buscar nada fuera de la realidad. Todo está en ella, el reto es explorar sus grandes potenciales emancipatorios, que se encuentran solapados y domesticados por el poder de las ideologías.
Slavoj Zizek: la fe derrumba sistemas y crea nuevos espacios
Raíces: Tiene una ventaja ante sus contendores occidentales: se formó detrás de la Cortina de Hierro y posee, en su pensamiento y en su práctica, la experiencia viva del comunismo del Este. Fue marginado durante el régimen de la Yugoslavia de Tito, y condenado a trabajar silenciosamente en un departamento de investigaciones sociales. Estuvo a punto de ser el primer presidente de la república Eslovena, en 1990, en representación de un movimiento que no pedía la vuelta a la democracia representativa y al mercado, sino que buscaba más y mejor socialismo. Con los años, se ha vuelto un gran síntoma de esta era que comenzó en los 90. De ser protagonista de los cambios en el sistema comunista, Slavoj Zizek se convirtió a la vuelta de 10 años en uno de los más asiduos críticos del sistema global. Su postura, políticamente incorrecta, lo ha llevado a reactivar el núcleo duro del leninismo, y ciertos aspectos organizativos del estalinismo. Goza de gran simpatía en muchos costados del mundo, y sus libros, que son difíciles y complejos, se venden tanto o más que los de Antonio Negri. Textos políticos fundamentales: El frágil absoluto (2002), ¿Quién dijo totalitarismo? (2003), Repetir Lenin (2004) y La revolución blanda (2005)
Tesis política: Zizek encarna los complejos desplazamientos teóricos que ha tenido que hacer la izquierda actual para revalorizarse públicamente. Amante del cine hollywoodense, experto en música clásica, feroz crítico de los valores y de la cultura global, Zizek ha hecho una síntesis novedosa entre el psicoanálisis, el marxismo crítico y la dialéctica hegeliana, para perfilar un proyecto radicalmente anticapitalista, que busca mover los cimientos simbólicos de la lógica del capital. Es un convencido de que cuando la fe y la creencia son capaces de retirarse de un sistema dado, es posible convocar a la transformación. A diferencia de todos sus pares, cree firmemente que la economía política marxista no puede ser desechada, porque te ofrece el horizonte preciso de las luchas populares dentro del capitalismo. En su libro Retorno a Lenin reivindica, contra Negri, Badiou, Laclau y Ranciere, la idea del partido como gran movilizador de las colectividades.
Resonancias: En diversas intervenciones, Zizek ha criticado el proceso político liderado por Chávez, porque lo considera populismo al mejor estilo de Perón. Sin embargo, hace la salvedad de que en contextos donde la democracia ha fracasado, se producen demandas radicales que terminan tomando forma alrededor de figuras mesiánicas. Zizek se ha abocado al estudio del mesianismo y a la inclinación del hombre al sentimiento teológico. Esto le sirve para reivindicar el uso de la creencia en determinados procesos políticos. Es uno de los pioneros en la construcción del pensamiento post-secular de hoy.
Etienne Balibar: los frentes múltiples de la transformación social
Raíces: Si alguien representa en carne propia los giros que ha dado la izquierda occidental en los últimos 50 años, ese es Etienne Balibar, la mano derecha de Lois Althusser, quien no sólo fue testigo presencial del auge y la caída del pensador más lúcido que ha tenido la izquierda francesa, sino que además escribió libros con Althusser que son clásicos obligados dentro de cualquier centro de estudios sociales (Para leer el capital). Sin embargo, a la luz de hoy existen varios Balibar, y dependiendo de quién y en que contextos se lo cita, podrá saberse si se es de la izquierda borbónica o de la izquierda democrática. El Balibar de los años 70, experto en marxismo y leninismo, gran teórico del Estado y de sus aparatos ideológicos, es normalmente el que citan figuras como Marta Harnecker. El de los años 80 y 90, dedicado a analizar y movilizar a colectivos alrededor de las luchas dentro del marco democrático, es citado por pensadores latinoamericanos como Néstor García Canclini. Marxista clásico y marxista renovado, Balibar es hoy una de esas figuras que nadie puede calificar de traidora dentro de la izquierda. Libros imprescindibles: Sobre Marx (1993), Raza nación y clase (1991), Derecho de ciudad (1997) y Violencias, identidades y civilidad (2005).
Tesis política: Balibar ha abierto varios frentes teóricos en los últimos años a partir de la Caída del Muro de Berlín y de la integración de Europa. Tópicos como la desobediencia civil, la lucha por los derechos de los inmigrantes y los posicionamientos territoriales de los excluidos en la ciudad, son banderas de trabajo que lo han convertido en una referencia obligada en Francia para los debates sobre ciudadanía e inclusión. Balibar ha detectado que la globalización ha activado tres procesos de resistencia y contrapoder, que están generando grandes efectos en la ciudadanía y en la comunidad que vendrá en el siglo XXI. Uno de ellos está relacionado con las luchas emanipatorias en nombre de la libertad y la igualdad, que son términos incondicionales e infinitos (dan pie a luchas marcadas por la autonomía de lo político). El otro está relacionado con las luchas transformadoras, que se generan por efectos concretos de la globalización (precariedad del trabajo, migración de capitales, deterioro de la seguridad social, desempleo). Y, por último, Balibar detecta que la abstracción y volatilidad del mercado de capitales ha generado una especie de violencia ultraobjetiva muy sofisticada, en la cual se producen numerosas exclusiones que no son fáciles de identificar políticamente. Son violencias sistémicas que generan, a su vez, respuestas subjetivas violentas, desmedidas y crueles en las ciudades de hoy (“idealización del odio” contra los otros). Muy preocupado por esas violencias sociales, Balibar insiste en una cultura de la civilidad, un espacio de debate político donde los actores sociales puedan, en conflicto y antagonismo, liberar sus odios y reinscribir sus demandas en un lenguaje público aceptado por todos.
Resonancias: Hay quienes están convencidos de que el profundo proceso de inclusión social es el causante de los numerosos conflictos políticos en Venezuela. Se piensa que una clase social excluida y marginada ha tomado con furia el control del espacio mediático y urbano, en desmedro de los otros sectores sociales. Balibar piensa que estos procesos no deben detenerse, porque en algún momento rendirán sus frutos y se podrá establecer un nuevo lenguaje común en la ciudad y en el país, donde las fricciones y los conflictos puedan operar sin violencias ni amenazas. Ese proceso de inclusión abre el campo para nuevas relaciones y mediaciones políticas en democracia.