Más allá del 3–D,
el pueblo lo que quiere es gobernar
Después de pasar meses difundiendo de manera indiscriminada su eslogan de campaña, el día de la proclamación formal de la candidatura presidencial ante el CNE, el pasado 12 de agosto, Hugo Chávez tuvo que matizar lo que siempre pareció una exageración: “Veo difícil que les metamos los 10 millones de votos por el buche, nadie crea que ganamos la batalla. Hasta el último voto hace falta”. El ataque de realismo del mandatario se produjo, nada más y nada menos, que en el mitin de apertura de su campaña en la Plaza Caracas, ante una multitud de camisas rojas.
Aunque el comando electoral, integrado por 25 partidos y presidido por Francisco Ameliach, tiene como meta la consecución de esos 10 millones de votos para el 3 de diciembre, todo hace pensar que las palabras del Presidente muestran las costuras de una estrategia que, desde los medios oficiales, no ha podido movilizar y entusiasmar a la población electoral. Felix Seijas, presidente del Instituto Venezolano de Análisis de Datos, considera que el solgan “10 millones por el buche” es totalmente legítimo, y ha funcionado para despertar a la gente, para darle esperanza y confianza. “Sin embargo, todos sabemos que es una meta imposible. Yo creo que Chávez estuvo en lo correcto cuando matizó la promesa electoral, porque ésta encierra un peligro: es una meta tan cuesta arriba, que puede conducir al triunfalismo. Hay muchas experiencias de ese tipo. El triunfalismo puede ser mortal para un candidato, porque hace que su apoyo se reduzca en 6 o 7 puntos, llegado el caso”.
La aspiración de obtener 63% del total del electorado no responde a las tendencias propias que ha mostrado el chavismo, ni siquiera en tiempos de vida o muerte, como fue el caso del referéndum revocatorio de 2004, cuando se obtuvieron poco más de 6 millones de votos. Si se toma en cuenta, adicionalmente, la lentitud con que la oposición definió su candidato y su estrategia de campaña, el panorama electoral luce cargado de apatía, justo en la fase rem del sueño, cuando faltan 120 días para los comicios.
Seijas considera que hay cierta indiferencia o indecisión en poco más del 50% del universo electoral. “En Venezuela hay tres tendencias políticas claramente definidas. El bloque del cambio, que agrupa al chavismo, el bloque de la oposición y el de los independientes. En los últimos meses la tendencia del bloque de los independientes ha crecido. Y cuando eso ocurre, hay que pensar que algo en los polos no está funcionando bien. En este momento hay una migración hacia el segmento de los independientes, que está creciendo a expensas tanto del chavismo como de la oposición”.
Para el miembro del comando de campaña de Chávez por el PPT, Gustavo Hernández, la apatía o la indiferencia que se expresa en las encuestas no es algo que se le pueda atribuir al Gobierno. “Uno de los grandes logros del Presidente es que ha vencido la apatía, y la sociedad venezolana participa activamente en la vida política del país. Ya no es un asunto de los cogollos y de los partidos, es un asunto de la sociedad venezolana. En ese sentido, es probable conseguir los 10 millones de votos. No es una meta fácil, pero la revolución tampoco es una cosa fácil”.
¿Cuál gestión?
Lo que Hernández considera una victoria de Chávez contra la apatía, no resume precisamente el desaliento que viven algunos sectores sociales y dirigentes comunales, que son el blanco del desfase que hay entre participación política y gestión gubernamental. En el núcleo endógeno Fabricio Ojeda se reúnen los miembros de los comités de salud de toda la cordillera de Gramoven. Allí, Yuraima Quintero, del sector Alejandro Oropeza Castillo, sostiene que este no es el mejor momento para iniciar una campaña electoral, mucho menos para luchar por la conquista de 10 millones de votos: “A nosotros nos cuesta muchísimo hacer una asamblea. Nos está costando organizar los consejos comunales. La gente no cree”. Quintero denuncia que el sector tiene 3 meses con las tuberías de aguas negras rotas, y nadie, desde la Junta Parroquial hasta el Ministerio de Infraestructura, ha atendido la emergencia de la comunidad. “Si no hay respuesta o solución, si la gente no ve que se pueden arreglar las cosas, entonces cómo hacemos para ganarnos esos votos. Este año es electoral, y nosotros tenemos problemas graves, como el deslizamiento de casas, y ni el ministerio de Vivienda y Hábitat nos ha respondido. Cuando vayamos a sacar a las patrullas electorales, cuando tengamos que hablar por esos 10 millones, qué va a decir la gente: que le pedimos el voto, pero nadie los atiende”.
María Márquez, del sector La Cubana, interviene en el diálogo y afirma con énfasis que para ella “la revolución significa trabajar para la gente, para los más pobres, no para el bolsillo de cada quien. Nosotros estamos con Chávez, y trabajamos mucho por este proyecto, pero tenemos que ver hechos”. El miembro del comité de salud del sector Manantial, José Carvajal, dice con desaliento que tuvo que retirarse un tiempo de las reuniones que se hacían en el Núcleo Endógeno, porque “siempre hablábamos de lo mismo, y nunca se ha conseguido nada. Prácticamente nos hemos convertido en enemigos de nuestras propias comunidades. Nosotros nos hemos montado sobre los hombros este proceso, en cambio los políticos que trabajan con Chávez lo hacen por el 15 y último. Ellos están jugando a una división. Estos disfraces nos están haciendo ver ante nuestra gente como demagogos, como que no cumplimos. Para la campaña yo no voy a convocar a asambleas en el barrio, trabajaremos en los callejones, en las escaleras, dando información sobre el proceso a la gente, una por una”.
Angélica Morón, del sector Tamanaquito, afirma estar de acuerdo con la propuesta que hizo el diputado del MVR, Carlos Escarrá, de relegitimar los poderes después del 3 de diciembre, porque esa es la manera de sacar a los que no han entendido que el proceso es de la gente. “Si legitimamos al Presidente en diciembre, tenemos que ir a cortar rabo y cabeza a los que no han cumplido con su trabajo. A nosotros nos hubiera gustado que el Presidente se separa del cargo durante la campaña, para que viniera a los barrios y entendiera qué es lo que pasa aquí”. José Carvajal propone, incluso, que después de las elecciones Chávez organice un gran encuentro con las comunidades, en el que puedan plantear directamente las necesidades y proponer soluciones. De lo contrario, considera, cierto malestar se va a expandir en los barrios. Al escuchar esta advertencia, Yuraima Quintero agrega decepcionada: “En mi sector la oposición se ha puesto pila, y está creciendo alrededor de Roberto Smith. Esa es la gran rabia que tengo, porque a mí no me atienden en el Gobierno, no me dan respuesta. La gente en mi barrio nos denuncia porque no logramos nada”.
La otra campaña
Para el trabajador comunitario Edgar Pérez, mejor conocido en La Vega como el Gordo Edgar, lo que se pone en duda no es el compromiso de la gente con su líder, sino con un Estado que no refleja la inclusión ni la participación de la gente. La campaña, desde su perspectiva, debe trascender el objetivo electoral, y encarar la compleja tarea de profundizar la revolución. “No podemos quedarnos con el mero hecho de ratificar al Presidente. Algunos pensamos que el Estado no hace revoluciones, ni el Gobierno tampoco. Pueden ayudar, pero la revolución la hacen los pueblos. Nosotros hablamos de un gobierno de la gente, desde la base. Hay una demanda histórica del movimiento popular por tomar las riendas del país. En el último gobierno de Caldera, la sociedad civil del este de la ciudad planteaba que quería elegir. Nosotros, en las comunidades de base, planteamos que queremos gobernar. El líder puede ayudarnos mucho, pero la decisión fuerte está en nuestras manos”.
Veterano de las luchas sociales en La Vega, el Gordo Edgar también es vocero del colectivo Comunidades al Mando, y anuncia que el movimiento Por Todas Nuestras Luchas, al que igualmente pertenece, prepara otra campaña paralela a la de los partidos del Gobierno, que profundice el nivel de conciencia y el papel que deben ejercer las comunidades dentro del proceso: “Aquí nada no los van a dar, hay que conquistarlo con nuestra movilización, con nuestras luchas. Estamos haciendo otra campaña, donde tratamos de articular la denuncia de los campesinos, que han sido asesinados por la cuestión de la tierra; la situación de los indígenas en la Sierra de Perijá, donde hay comunidades movilizadas para que se detenga la explotación del carbón; y la lucha contra la impunidad y la corrupción. Tenemos preparada una gran movilización para noviembre, con motivo del cierre de campaña, que haga visible nuestras propuestas para después del 3 de diciembre. Los cambios no pueden ser bruscos. La revolución tiene que ser un proceso continuo. La revolución no es el gran hecho, porque eso ya lo vivió la humanidad y fue muy traumático. La revolución debe ser un proceso cultural, un ejercicio cotidiano infinito”.
La batalla que vendrá
Rangel observa que tanto los Círculos Bolivarianos como las Unidades de Batalla Electoral fueron manipulados en el pasado por el MVR, con el fin de neutralizar las demandas de las comunidades. La diferencia es que ahora el ciclo electoral coincide con una red del poder popular que se ha fortalecido no sólo políticamente, sino como organizaciones legales, a través de la ley de Consejos Comunales: “Tenemos el reto de ver si este nuevo empoderamiento, que se ha dado con los consejos, trasciende la cita electoral. Hay una gran pelea entre un Estado que es necesario mantener para el juego internacional –aquel que representa a la democracia representativa– y el compromiso del pueblo, de la organización, de la conducción de las bases, como máxima instancia de poder. El líder trata de impulsar, pero los intermediarios quieren controlar, no dejan desarrollar autónomamente el poder popular. Hay una pugna que no va a ser fácil resolver. Las elecciones, hasta el 3–D, han servido para que la maquinaria partidista, en un viso de oportunismo, hegemonice la organización popular. Y el gobierno después termina neutralizando, acallando y pulverizando los movimientos sociales. Antes pudo más la maquinaria y las estructuras del Estado, que las fuerzas del poder popular. Ahora podría ser distinto”.
A pesar de que la propuesta de Carlos Escarrá goza de amplia aceptación en los movimientos sociales, para Libio Rangel el anuncio o la promesa de relegitimar los poderes públicos en 2007, no es más que una manera de seguir perpetuando el ciclo electoral. “Esta propuesta significa seguir en campaña. El Estado, como sabemos, no se autodepura. Quien lo depura es el pueblo, así que no existe eso de que por vocación los políticos se van a retirar de sus tareas. Para nosotros, lo importante es el empoderamiento de la gente y la contraloría social. A la postre, eso va a plantear una pelea con el Estado, que no sabemos a dónde va a llegar”.
El presidente Chávez pidió públicamente que el comando de campaña fuera integrado no sólo por los partidos del proceso, sino también por los movimientos sociales, mostrando su habilidad para integrar el clamor y el malestar del voluntariado de base. Aunque existe la disposición de apoyar activamente la búsqueda de los 10 millones de votos, está claro que entre las cúpulas de los partidos políticos y los dirigentes comunitarios existe un abismo insondable. Quizá, como dice Libio Rangel, el movimiento popular está en una fase en la que si vuelve a ser desdibujado por el ciclo electoral, “se perderá la posibilidad de cambiar, profundamente, a la sociedad venezolana”.