Zona de conflicto

Venezuela, sociedad mediática y comunidad política. Antagonismos y atolladeros. Ciudad y utopía. Un espacio para cruzarse con los unos y con los otros...

12/02/2005


El acertijo del aborto electoral


El fenómeno que ha ocurrido en Venezuela, con el retiro inusitado de la oposición para las elecciones legislativas del domingo, no debe llamarnos ni a risa ni a engaño. Lo que parece un acto de impotencia política, lo que parece una muestra significativa del fracaso rotundo de los partidos para establecer lazos básicos y duraderos de identificación con su militancia, representa mucho más que el acomodo pragmático y oportunista a la solución 350, y al saboteo generalizado del sistema electoral. No nos llamemos a engaño: el retiro de estos patidillos de la contienda, no es sólo el signo más visible de su decadencia. Hay más mucho más en juego...

El aborto, por más raro que parezca, tiene que ser valorado como un acto político, porque no viola ninguna disposición legal ni constitucional. Aunque parezca rocambolesco, al mejor estilo de un espaguetti–western, es posible en Venezuela ser minoría y desencadenar, con una pistola que lleva una sola bala, una crisis electoral mayúscula, en la que se intenta poner en duda la legitimidad de la mayoría. Este acto político radica en la valiosa intuición de que siendo menos, parezco mucho más, al sumar todas las voluntades abstencionistas espontáneas, y dejar en la soledad del domingo al gigante rojo. A pesar de que la oposición se está retirando por su propia voluntad, digamos que a efectos de la democracia formal siempre será muy feo que un Parlamento tenga 167 diputados de un solo partido. Vean la tremenda paradoja que es capaz de generar el propio y dúctil concepto de democracia formal: el acto de abstención me favorece, y hace que la participación política sea la que entre en crisis. Nuevo aporte del laboratorio político venezolano al mundo (no sólo vivimos de misses): la democracia es ante todo no participación, y su ganador potencial es el inmovilismo, las velas y la oración.

Se ha llegado al momento cero de la política, en el que importan más los sentimientos espontáneos de la gente que la propia acción (eso que los analistas llaman la “ideología espontánea”). Se trata de mimetizarse, en el caso de los partidos opositores, con el sentimiento de la gente, frustrada y cansada de no conseguir nada por vía electoral. Ante el proyecto en marcha del socialismo del siglo XXI, la oposición responde retirándose de la batalla, no participando, quedándose en casa tomando whisky y tragando tequeños. Esta es la verdadera respuesta al socialismo del siglo XXI que ofrece la oposición: el partido no propone ni dispone, no organiza ni concentra. El partido es como el zapping, se mueve de intereses a medida que el usuario va cambiando de canales de televisión. Este es el grado más sofisticado al que han llegado estos partidos: se hacen transparentes y a la medida de mi espontáneo sentimiento de asco por la situación política que vivo. El efecto más letal de esto es que la gente termina por no identificar claramente quién fue efectivamente el responsable de los efectos que se van a desencadenar. Al fin y al cabo, uno de los argumentos de los partidillos es que se están haciendo eco del sentimiento reinante en la sociedad: nadie quiere votar.

El cisma que se ha producido divide nuevamente de manera radical a Venezuela: sociedad política versus sociedad abstencionista. Líderes que tienen que dar la cara por su gente, versus sociedad espontánea, perdida y frustrada en sus malestares, sin saber quiénes son los causantes verdaderos de sus fracasos y resacas. Socialismo del siglo XXI o misa perenne a lo Castillo Lara. Democracia participativa o ideología casera e intimista. Este paso dado por una minoría hará aumentar más el abismo existente entre Uno y el Otro. Uno adentro. Otro afuera. Uno representado. Otro sin representación (todo esto ex profeso y a voluntad, nunca se olvide).

¿Este acto de abortar las elecciones no es un acto político radical? Sí, hasta ahora sí lo es. Pero sólo será lo suficientemente radical sí la oposición asume todas las consecuencias que se desprenderán de este acto, es decir, la brecha que se generará con la conformación de una Asamblea unidimensional. De manera que el chantaje de que hay que suspender las elecciones e iniciar un nuevo diálogo electoral es inadmisible, dado que la oposición se comprometió en numerosos procedimientos de revisión y mantuvo acuerdos preliminares con el CNE, la OEA y la UE, y sin embargo terminó abandonando su palabra cuando más le convino ¿Desde esta perspectiva, qué garantía habría para el oficialismo de que el pastiche desencadenado no seguirá hasta que se empastelen también las presidenciales?

Algunos dicen que no hay que echarle toda la culpa a estos partidos-zapping de lo que ha sucedido. Algunos subrayan que esto es simplemente la suma de numerosos errores del Gobierno y de la propia oposición, en la búsqueda de un CNE limpio y con garantías para todos. Sin embargo, yo les recuerdo que tanta benevolencia deben aplicarla también el día en que salga la primera ley aprobada por 167 diputados al unísono. Recuerden con el mismo espíritu y la misma benevolencia, que esa Asamblea única y “totalitaria” fue producto de un cúmulo de errores compartidos, en los cuales participamos activamente todos los que nos abstuvimos.

El mayor de los acertijos, sin embargo, está aún por responderse: ¿Usted todavía cree que este aborto no traza algún atajo? ¿No le parece que colocarse al margen de todo es la vía más expedita para justificar cualquier acto contra el Otro? Esté atento, y entienda que a partir de esta semana la lógica del conflicto en Venezuela entra en una fase de escalada: el verdadero objetivo no son las legislativas, sino las presidenciales de 2006.

No lo olvide.

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