Siete preguntas sobre la ideología y sus mutaciones
Kira, una pugnaz bloguera, me hace ver, en su blog colectivo www.endialogo.blogspot.com, que le tiene miedo a las ideologías porque terminan dogmatizando y uniformizando a la gente. Recuerdo que a finales de los años 80, este vocabulario y estas premisas empezaban a calar muy hondo en las ciencias sociales y en las carreras humanísticas, al punto de que parecía un exabrupto de los compañeros de viaje de la Escuela de Frankfurt, y de los alumnos de Adorno en particular, seguir pensando el mundo en términos de ideología y uniformización.
La comunicación y el entretenimiento parecían fenómenos, y lo eran, mucho más complejos que seguir haciendo la sempiterna denuncia ideológica en nombre de las relaciones dominantes de producción. La cosa incluso se puso peor para los críticos cuando el sector del entretenimiento se convirtió en el bastión de la mundialización económica, a principio de los años 90. ¿Tiene sentido seguir hablando de ideología en un mundo donde ni siquiera se conocen los verdaderos actores que están detrás de la escena mediática? ¿Tiene sentido seguir con la cantaleta de la ideología y del orden dominante cuando ahora somos muchos, diversos y múltiples?
Pero en aquellos tiempos universitarios uno se negaba a los cambios y se preguntaba a cada rato ¿será que Marcel Granier y Gustavo Cisneros quieren mantenernos brutos toda la vida, a punta de novelitas rosas, programas de concursos y maratones musicales? Mientras nos tienen aquí enchufados a la caja boba, ellos seguramente andan gozando un bolón jugando al té canasta, esquiando en los Alpes o leyendo a Proust, quién sabe. Todo sonaba a resentimiento de derrotado: los únicos que pueden salir “en busca del tiempo perdido” son los burgueses, porque a las masas no les queda otra sino trabajar y ver televisión. Uf, qué quemao.
Esa época en que la ideología era una moneda de trasnochados, coincidió con la disolución del socialismo, con la aparición de una flamante economía global, con fusiones e inversiones multinacionales, con el sueño de un mundo único y próspero que no había podido antes siquiera imaginarse, por culpa de los enguerrillamientos ideológicos, por las rivalidades políticas y todo lo que iba en el kit de “los felices años 90”. El obstáculo finalmente había sido superado, el mundo había liquidado a la KGB y qué mala fama le había quedado a todo lo que oliera a Poliburó y Comité Central. ¿Para qué entonces seguir hablando de ideologías, coño?
A la vuelta de 15 años de experiencia única y “feliz”, podemos hacer un simple balance. No disminuyeron los conflictos (más bien aumentaron en todas partes del planeta, incluso en el propio corazón de Europa); no se hizo más transparente el mundo (más bien se levantaron nuevas restricciones a la circulación de la gente, a la protección arancelaria de los países ricos); no se calmó el río de la pobreza (ahora la pobreza es un asunto tan gigante, tan urgente, que toma las riendas mismas del proceso político y protagoniza cambios que a muchos le parecen vergonzosos); no se repartió la prosperidad de una manera más óptima (hay que decirlo, los ricos son más ricos y los pobres más pobres); y lo peor, en el mundo ahora hay un poco de bichos peligrosos, y como no se les puede llamar a la antigua, se les llama ahora terroristas.
Antes había un muro gigantesco que simbolizaba el abismo ideológico y la ominosa diferencia planetaria entre capitalismo y comunismo (el de Berlín), pero resulta que ahora hay tres muros que pasan por problemas domésticos y contingentes, y que pretenden ser abordados como si se hubiera roto un tubo de la plomería. ¿Los muros de Estados Unidos/México, de España/Africa y de Israel/Palestina no hablan, carajo, de unas diferencias y de unos abismos sociales y culturales que deben ser combatidos políticamente?
El mundo único hecho para las circulaciones monstruosas de capital (el capital es el único que tiene libertad de circulación por todo el mundo, por ende es el verdadero ciudadano cosmopolita de la globalización) se ha vuelto caprichoso, peligroso, amenazante, confuso, terriblemente injusto y sobretodo arbitrario. ¿Qué hacemos, entonces? ¿Le seguimos haciendo el juego a la fantasía de la felicidad global o abordamos los conflictos, identificamos nuestras causas y movilizamos nuestro pensamiento y nuestras acciones?
Las preguntas, a la vuelta de los “felices años 90”, parecen retornar a los viejos tópicos de los pensadores frankfurtianos.
1.-¿No es una trampa ideológica por excelencia pensar que el mundo es posible gracias a soluciones de consenso, que no subrayen consistentemente nuestras propias diferencias? ¿No hay una diferencia brutal entre el formato del consenso como estrategia de los que ya se encuentran en la pomada, y la articulación política de los "diferentes", de las mayorías que quieren establecer sus propios mecanismos de convergencia y de asociación?
2.-¿No es una estrategia ideológica por excelencia pensar que se puede discutir en este mundo múltiple y diverso de cualquier vaina, menos de la política y de la ideología, sobretodo si éstas son enarboladas directamente por los inmigrantes sin voz, por los sudsaharianos, por los desplazados por la guerra, por los huelepegas, por los desnutridos, por los marginales de todo tipo? ¿No les parece sintomático que el proyecto de la Constitución Europea no le reconozca derechos políticos inmediatos a los inmigrantes que se encuentran por millones en estado de ilegalidad (y de legalidad) en su territorio?
3.-¿No será que el mundo nunca fue único y que el conflicto es nuestro hábitat y nuestra forma de vida? ¿Si eso es así, entonces cuál es el problema que la gente asuma una ideología y una política para construir comunidad y para defenderse de sus adversarios? No hay ideología más letal que aquella que no te deja imaginar ningún otro mundo posible al de la diversidad y el multiculturalismo “suave” de la globalización.
4.-¿No es una gran estrategia ideológica hacernos creer que podemos vivir sin fronteras, en un mundo sin diferencias, un mundo sin ideologías y sin causas políticas? ¿No son estas grandes ilusiones una vaselina del “entertainment”, de la industria cultural en todas sus ramificaciones y géneros?
5.-¿No es a través del consenso del G-7, del Consejo de Seguridad de la ONU, del FMI, del Banco Mundial, que se habla en nombre de cada uno de nosotros? ¿Puede la modalidad del consenso superar el abismo entre las clases más desechables y los ciudadanos que se encuentran "cómodamente" insertos en un sistema con sus plenos derechos y beneficios?
6.-¿No es un chantaje ideológico inaceptable pensar que sólo queda adaptarnos a este mundo arbitrario, caprichoso e injusto mientras unos cuantos siguen haciendo su agosto? Mientras nos piden tranquilidad, desapego y distancia con la política, otros siguen apegados a reproducir capitales en cualquier área de la economía y a cualquier costo. Lo bueno de la política, cuando se asume de manera confrontativa, es que pone la luz donde antes había indiferencia, desprecio y oscuridad.
7.-¿No es ideología pura y dura seguir pensando que las oportunidades de progresar, de hacerse rico y de pasearse por las grandes ciudades del mundo están ahí, al abrir la puerta de la casa, con sólo ejercer la iniciativa y la imaginación? ¿No es ideología por excelencia imaginar que uno puede, desde el garaje o desde un rancho en Caucagüita, llegar a ser Bill Gates?
La ideología de la globalización no necesita de líderes, de consignas ni de salmos directos que recuerden el dogma o la religión. Eso se lo dejan a los islamistas y a los comunistas. Le basta, sí, con que tú y yo, espontáneamente, nos resistamos al conflicto, que neguemos la política y nos dediquemos a disfrutar, al estilo individual, cada poro de la diversidad que ofrece el consumo.
¿Cuál puede ser la respuesta en estos tiempos? No me queda duda: afirmar el papel de la ideología, asumir el valor de la politización y movilizar nuestras más profundas diferencias.
La comunicación y el entretenimiento parecían fenómenos, y lo eran, mucho más complejos que seguir haciendo la sempiterna denuncia ideológica en nombre de las relaciones dominantes de producción. La cosa incluso se puso peor para los críticos cuando el sector del entretenimiento se convirtió en el bastión de la mundialización económica, a principio de los años 90. ¿Tiene sentido seguir hablando de ideología en un mundo donde ni siquiera se conocen los verdaderos actores que están detrás de la escena mediática? ¿Tiene sentido seguir con la cantaleta de la ideología y del orden dominante cuando ahora somos muchos, diversos y múltiples?
Pero en aquellos tiempos universitarios uno se negaba a los cambios y se preguntaba a cada rato ¿será que Marcel Granier y Gustavo Cisneros quieren mantenernos brutos toda la vida, a punta de novelitas rosas, programas de concursos y maratones musicales? Mientras nos tienen aquí enchufados a la caja boba, ellos seguramente andan gozando un bolón jugando al té canasta, esquiando en los Alpes o leyendo a Proust, quién sabe. Todo sonaba a resentimiento de derrotado: los únicos que pueden salir “en busca del tiempo perdido” son los burgueses, porque a las masas no les queda otra sino trabajar y ver televisión. Uf, qué quemao.
Esa época en que la ideología era una moneda de trasnochados, coincidió con la disolución del socialismo, con la aparición de una flamante economía global, con fusiones e inversiones multinacionales, con el sueño de un mundo único y próspero que no había podido antes siquiera imaginarse, por culpa de los enguerrillamientos ideológicos, por las rivalidades políticas y todo lo que iba en el kit de “los felices años 90”. El obstáculo finalmente había sido superado, el mundo había liquidado a la KGB y qué mala fama le había quedado a todo lo que oliera a Poliburó y Comité Central. ¿Para qué entonces seguir hablando de ideologías, coño?
A la vuelta de 15 años de experiencia única y “feliz”, podemos hacer un simple balance. No disminuyeron los conflictos (más bien aumentaron en todas partes del planeta, incluso en el propio corazón de Europa); no se hizo más transparente el mundo (más bien se levantaron nuevas restricciones a la circulación de la gente, a la protección arancelaria de los países ricos); no se calmó el río de la pobreza (ahora la pobreza es un asunto tan gigante, tan urgente, que toma las riendas mismas del proceso político y protagoniza cambios que a muchos le parecen vergonzosos); no se repartió la prosperidad de una manera más óptima (hay que decirlo, los ricos son más ricos y los pobres más pobres); y lo peor, en el mundo ahora hay un poco de bichos peligrosos, y como no se les puede llamar a la antigua, se les llama ahora terroristas.
Antes había un muro gigantesco que simbolizaba el abismo ideológico y la ominosa diferencia planetaria entre capitalismo y comunismo (el de Berlín), pero resulta que ahora hay tres muros que pasan por problemas domésticos y contingentes, y que pretenden ser abordados como si se hubiera roto un tubo de la plomería. ¿Los muros de Estados Unidos/México, de España/Africa y de Israel/Palestina no hablan, carajo, de unas diferencias y de unos abismos sociales y culturales que deben ser combatidos políticamente?
El mundo único hecho para las circulaciones monstruosas de capital (el capital es el único que tiene libertad de circulación por todo el mundo, por ende es el verdadero ciudadano cosmopolita de la globalización) se ha vuelto caprichoso, peligroso, amenazante, confuso, terriblemente injusto y sobretodo arbitrario. ¿Qué hacemos, entonces? ¿Le seguimos haciendo el juego a la fantasía de la felicidad global o abordamos los conflictos, identificamos nuestras causas y movilizamos nuestro pensamiento y nuestras acciones?
Las preguntas, a la vuelta de los “felices años 90”, parecen retornar a los viejos tópicos de los pensadores frankfurtianos.
1.-¿No es una trampa ideológica por excelencia pensar que el mundo es posible gracias a soluciones de consenso, que no subrayen consistentemente nuestras propias diferencias? ¿No hay una diferencia brutal entre el formato del consenso como estrategia de los que ya se encuentran en la pomada, y la articulación política de los "diferentes", de las mayorías que quieren establecer sus propios mecanismos de convergencia y de asociación?
2.-¿No es una estrategia ideológica por excelencia pensar que se puede discutir en este mundo múltiple y diverso de cualquier vaina, menos de la política y de la ideología, sobretodo si éstas son enarboladas directamente por los inmigrantes sin voz, por los sudsaharianos, por los desplazados por la guerra, por los huelepegas, por los desnutridos, por los marginales de todo tipo? ¿No les parece sintomático que el proyecto de la Constitución Europea no le reconozca derechos políticos inmediatos a los inmigrantes que se encuentran por millones en estado de ilegalidad (y de legalidad) en su territorio?
3.-¿No será que el mundo nunca fue único y que el conflicto es nuestro hábitat y nuestra forma de vida? ¿Si eso es así, entonces cuál es el problema que la gente asuma una ideología y una política para construir comunidad y para defenderse de sus adversarios? No hay ideología más letal que aquella que no te deja imaginar ningún otro mundo posible al de la diversidad y el multiculturalismo “suave” de la globalización.
4.-¿No es una gran estrategia ideológica hacernos creer que podemos vivir sin fronteras, en un mundo sin diferencias, un mundo sin ideologías y sin causas políticas? ¿No son estas grandes ilusiones una vaselina del “entertainment”, de la industria cultural en todas sus ramificaciones y géneros?
5.-¿No es a través del consenso del G-7, del Consejo de Seguridad de la ONU, del FMI, del Banco Mundial, que se habla en nombre de cada uno de nosotros? ¿Puede la modalidad del consenso superar el abismo entre las clases más desechables y los ciudadanos que se encuentran "cómodamente" insertos en un sistema con sus plenos derechos y beneficios?
6.-¿No es un chantaje ideológico inaceptable pensar que sólo queda adaptarnos a este mundo arbitrario, caprichoso e injusto mientras unos cuantos siguen haciendo su agosto? Mientras nos piden tranquilidad, desapego y distancia con la política, otros siguen apegados a reproducir capitales en cualquier área de la economía y a cualquier costo. Lo bueno de la política, cuando se asume de manera confrontativa, es que pone la luz donde antes había indiferencia, desprecio y oscuridad.
7.-¿No es ideología pura y dura seguir pensando que las oportunidades de progresar, de hacerse rico y de pasearse por las grandes ciudades del mundo están ahí, al abrir la puerta de la casa, con sólo ejercer la iniciativa y la imaginación? ¿No es ideología por excelencia imaginar que uno puede, desde el garaje o desde un rancho en Caucagüita, llegar a ser Bill Gates?
La ideología de la globalización no necesita de líderes, de consignas ni de salmos directos que recuerden el dogma o la religión. Eso se lo dejan a los islamistas y a los comunistas. Le basta, sí, con que tú y yo, espontáneamente, nos resistamos al conflicto, que neguemos la política y nos dediquemos a disfrutar, al estilo individual, cada poro de la diversidad que ofrece el consumo.
¿Cuál puede ser la respuesta en estos tiempos? No me queda duda: afirmar el papel de la ideología, asumir el valor de la politización y movilizar nuestras más profundas diferencias.
10 Comments:
Estimado Héctor,
soy Juan carlos Chirinos pero ingreso esto anónimo porque es más rápido
iba a comentarte algo endiaologo (todavía no sé cómo poner links en los comentarios), pero vine a tu página y leí este texto. esto también lo pondré en en diálogo (http://endialogo.blogspot.com).
Yo estoy de acuerdo en que hay que asumir una reflexión activa de la realidad, que necesitamos pensar y participar de la política en el sentido aristotélico de la palabra; en lo que no estoy de acuerdo es en la necesidad de hacer confrontación (si he entendido bien el uso que le das a la acepción) ni en la necesidad de recuperar la ideología. Estoy con Kira en que la ideología encasilla; así que me topé por suerte con una opción que me gusta más (pero la duda cartesiana, o la duda socrática, o la duda luciferina, es siempre sana a la hora de tomar una opción): me refiero al uso y reflexión de las teorías. En algún lugar de una página web sobre teoría anarquista leí una frase que me gustó mucho: era algo así como que en las teorías, uno tiene ideas, pero en la ideología, las ideas lo tienen a uno. Creo que es una paráfrasis del cuento del lecho de Procusto: es mejor que nuestra cabeza se vaya adaptando a la realidad y no tratar de adaptar la realidad a nuestra cabeza.
Así que no quiero usar de las ideologías para pensar y debatir sobre el país y su futuro, sobre el mundo y su futuro: prefiero ir probando esquemas a ver con cuál me explico mejor la realidad. No me interesa pertenecer a ninguna ideología, como no me interesa ser de ninguna religión, y quizá ya se esto una postura ideológica (no hay que olvidar que la memética enseña que los "memes" -o ideas- son como los virus informáticos: se alojan en uno y uno no se da cuenta): me gustaría hacer como contaba Ítalo Tedesco de un profesor suyo en el Pedagógico, cuyo nombre no recuerdo: cuando explicaba marxismo era marxista, cuando explicaba a Keynes, era keynesianista, cuando explicaba Aristóteles era aristotélico, y así. Quizá sea una manera de "vacunarse" contra la parcialización que enceguece.
Quizá me guste la confrontación si con esto entendemos la "pugna" de las teorías unas frente a otras, con la finalidad de sacar una imagen lo más cercana posible a eso inefable que llamamos la realidad.
Por otra parte, Héctor, quería comentar algo que te leí a ti, o a Kira, no recuerdo, sobre el uso y la situación de la ideología por parte del gobierno o la oposición: yo no veo un programa ideológico coherente en ninguno de los dos bandos; veo, como siempre hacen los políticos, retazos inconexos: un arroz con mango, como se dice popularmente. He estado leyendo los folletos que se reparten en una Misión, creo que la Misión Ribas, y allí se funda todo en una curiosa Trinidad: Bolívar, Rodríguez y Zamora. En lo que no estoy de acuerdo no es en la combianción (quizá chusca para algunos) sino en la oferta ideológica "masticada": sin bibliografía, sólo se ofrecen mínimos fragmentos de textos de estos autores (¿Zamora escribió algo? No lo sabía), concluyendo en frases vacuas que se supone son la esencia de esas tres ideas. Así no se construye ideología, en caso de querer hacer una: así se construyen los dogmas, las certezas incontrovertibles.
Bueno, espero no haber sido demasiado disperso, pero la reflexión frente a la computadora me lleva por muchos sitios, y asumo con plena conciencia la improvisación que me sostiene en Internet. No he hallado la fómrula "internetiana" para el "decíaos ayer" de Fray Luis, y el "ayer pensaba" de Descartes y Spinoza, que resumen años de reflexión.
Un saludo.
Juan Carlos Chirinos
Juan Carlos, recibe un abrazo...
Comparto contigo la necesidad y el compromiso que debe tener cada individuo consigo mismo, y de manera activa, para modificar la realidad. Sea cual sea la vía, desde las teorías de la totalidad al uso corriente, hasta las dudas mejor arraigadas en el pensamiento platónico o existencialista. Cuando yo me refiero a ideología, quizá me refiero a algo más básico. No estoy rememorando los tiempos del comunismo soviético y de sus versiones masticadas del materialismo dialéctico.
Me refiero al principio mismo de la tradición crítica: toda ideología vendría a ser, por una parte, una negación del mundo concreto, de la realidad tal como se presenta, y por el otro, tiene que tener carácter afirmativo, tiene que ofrecer algo a cambio. Eso es para mí el ejercicio político-ideológico que hay que hacer en estos tiempos para evitar el atolladero del "sentido común" y de la política del consenso, que parecen hacer cualquier cosa para que todo siga igual (ya ves a donde llevará, por ejemplo, la política del consenso con el Estatut Catalán: a una victoria centrista del Psoe y a una derrota clarísima de las demandas más autonómicas, que participan en este show).
Yo incluso aplico la duda socrática de manera más radical, cuando me toca evaluar los fenómenos desconocidos e inéditos que ocurren en el campo político y social. ¿No será que todo proyecto político que nazca en medio de la globalización le debe más a la confusión que a la claridad? ¿que la característica de estos movimientos no responde a coordenadas históricas precisas ni se arriga en una tradición definida del cambio social? ¿No es, por ejemplo, la causa del subcomandante Marcos y la vuelta al indigenismo una cosa confusa y que nos genera pasión y temor al smimo tiempo? Pero dentro de la tradición crítica, cualquiera dirá, ¿y qué?, por algún lado había que comenzar y de lo que se trata es de definir en el tiempo las causas y los objetivos.
¿No le toca precisamente a la gente que está protagonizando el proyecto político en Venezuela darle un giro específico y afirmar unas herramientas, una pedagogía y un contenido político ante tanta confusión? ¿El proyecto de Chávez de la época en que lo apoyaba Peña, Olavarría y Angela Sago es el mismo que cuando lo apoyaba Miquilena, Pablo Medina, Rosendo y los generales de Altamira? ¿No es el proyecto político venezolano una muesta exacta de lo que implica en estos tiempos desafiar la globalización, por un lado, y a su vez a la propia tradición fracasada del socialismo?
Creo que algunos en el proceso tienen claro el desafío -a veces siento que son cada día más-. Entonces el ejercicio más arduo que tenemos no es evaluar críticamente la realidad tal como se presenta (por más chunga que parezca), sino dudar de las propias herramientas que tiene uno para evaluar esa realidad. ¿No es allí donde se ubica el ardid espontáneo de la ideología global? ¿Y lo que hace que neguemos, en definitiva, por "pe" o por "ye", cualquier movimiento político que nazca de la "refutación crítica" de esa realidad´?
Todo acto de refutación, de negación, por su puesto, implica confrontación. Esa es la confrontación que yo quiero afirmar, que es muy distinta de la violencia, como acto que aniquila al otro. Sin adversario, volveríamos al mismo lugar, al de la ideología única y total. En eso creo que también estamos de acuerdo....
Querido Héctor,
recibe también un abrazo.
Sñolo una precisión: yo creo en confrontar las ideas y las maneras de hacer las cosas, pero sólo para sumar, no para sustituir unas cosas por otras. El ejemplo más burdo que se me ocurre es ese del 12 de octubre, que por reivindicar a nuestros antepasados americanos y africanos, denigram,os a nuestros antepsados europeos, como si no fuéramos producto de esos tres abuelos.
Claro que en Venezuela hubo (¿y hay?) una discriminación solapada, no de blancos contra negros, sino de clase: toda esta herencia que viene del choque cultural de los siglos XV y XVI puede ser corregida sin declarar genocida a unos y víctimas a otros, tergiversando en parte la Historia y demostrando claro desconocimiento de los procesos históricos.
Pero la confrontación debería producir nuevas amneras de ver el mundo; y requisto fundamental es que no lleguemos con ideas preconcebidas, ni tratemos de generar matrices de opinión que lleven hacia una manera de pensar. La globalización, por ejemplo, es inicial y sustancialmente económica, eso lo sabemos; pero también es cierto que permite la existencia de esta novedad absoluta de la humanidad que es Internet y la posibilidad de que tú yo yo, por ejemplo, podamos dialogar yo sentado en el calor de Valera y tú quizá con alguan vista hacia las ramblas.
No se puede olvidar que los intentos de "globalizar" el mundo sonde toda la vida de Dios: Fenicios lo intentaron, y los persas tenían su camino real que cruzaba todo el imperio; Alejandro tuvo un sistema de correos que en tres días iban de Babilonia a Pela, capital macedonia; los incas y los mayas no descuidaron las comunicaciones y los intercambios; pero en nuestra historia occidental es un ejemplo por antonomasia el movimiento cultural y de información que significó el Gótico internacional, que sirvió para "globalizar" una m,anera de ver el mundo y evangelizarlo.
Releo por vicio "El nombre de la rosa" (pero descubro con pena que envejece en su escritura) y ya Eco pone en escena esto que conversamos y que expuso, ya lo sabemos, en "Apocalípticos e integrados": la diatriba entre franciscanos y enviados del Papa, y la ceñuda certeza de Jorge de Burgos en cuanto a la ilicitud de la risa, se parece demasiado a ciertas pugnas entre oposición y oficialismo. Y espero que hayas sonreído con esto último, para darle la razón a William e Baskerville, que esperaba con la risa poder introducir la duda que siempre debe acompañar toda reflexión. No hay nada que mate tanto la confrontación que la certeza, porque si hay algo difícil es tratar de hablar con alguien que tiene la razón. Y eso es lo que siento a veces cuando veo los programas de opinión (toodo el día) de VTV y los de RCTV, especialmente uno de por la mañana con un señor que nop deja hablar a nadie y que piensa que uno pone RCTV para escuchar su opinión sobre el país (esa sería otra conversación inetresante: ¿hasta qué punto es lícito que un periodista dé su opinión cuando entrevista a alguien? Vi una entrevista que le hicierona Chávez en la BBC en París, y el periodista, sin dar ni una sola vez su punto de vista, fue llevando la entrevista por preguntas a veces arduas, y siempre evitando decir su parecer, aunque el presidente se la preguntaba: yo quería saber lo que el presidente iba a decir, no la opinión de quien lo entrevistaba: pero tú em puedes dar más luces sobre esto).
En fin, que este iba a ser un comentario corto, pero me emociono.
Un abrazo
Juan Carlos
Bueno, Héctor, trataré de ser práctico y te haré comentarios a tus siete preguntas, una por una, cual escolástico.
PREGUNTA:
1.-¿No es una trampa ideológica por excelencia pensar que el mundo es posible gracias a soluciones de consenso, que no subrayen consistentemente nuestras propias diferencias?
COMENTARIO PRIMERO
Planteada así, creo que sí. Si el consenso es para ocultar las diferencias entre los ciudadanos y seguir con ese falacia de que todos somos iguales, pues el consenso es una forma de dominación. Yo sé que da susto general cuando se pone el énfasis en que los seres humanos no somos iguales, pero creo que es porque se confunde con el hecho de que los seres humanos tenemos derecho a las mismas oportunidades. Así que darle oportunidad a los que no la tienen no pasa por quitársela a los que la han tenido. Pasa por la conciencia de que una cosa es el uso y otra muy distinta el abuso.
SIGUE PREGUNTA
¿No hay una diferencia brutal entre el formato del consenso como estrategia de los que ya se encuentran en la pomada, y la articulación política de los "diferentes", de las mayorías que quieren establecer sus propios mecanismos de convergencia y de asociación?
No creo que la diferencia sea tan brutal, sobre todo en nuestro caso. En Venezuela ha ocurrido una sustitución de privilegiados: y en muchos casos los privilegiados de antes son los mismos de los de ahora, y los casos con los que estoy más familiarizado están en el sector de la administarción pública de la cultura. En no pocos casos, son los mismos; aunque ge de reconocer que han aparecido nombres nuevos en literatura, cosa que debe causarnos alegría (sobre la calidad o no de estos nuevos escritores aún es muy pronto para hablar).
Me parece, no sé si me euqivoco, que te refieres un poco a la transferencia de las decisiones de los grupos que tu llamas de "la pomada" y las mayorías. Se trata, creo, de la disolución del Estado en sus ciudadanos. A mí me parece que un proceso progresivo hacia un Estado Traslúcido puede ser una solución a las injusticias; pero hay que estar concsientes de que para eso necesitamos una ciudadanía preparada, educada y capaz de pensar y tomar decisiones por ella misma. Y eso no lo estoy viendo en el país; estoy viendo, como te dije, formación de dogma y verdades incontrovertibles; estoy viendo lucha y confrontación; doblez y confusíón.
También de parte de la oposición. Esta mañana veía a Álvarez Paz rogar por la renuncia en bloque de los candidatos de la oposición, después del fracaso en el asunto de "las morochas": ¿crees que algún mono va a soltar su cambur?
En fin, reitero lo que he dicho antes: hay que sumar, porque creo que es una manera justa de que todos tenga acceso a las oportunidades.
pero ojo: las oportunidades no son prebendas que se usufructuan per se: hay que ganárselas. Porque tener derechos implica siempre tener deberes.
Un abrazo.
1 – Subrayar las diferencias es un paso para el diagnóstico del problema. No es posible definir políticas que verdaderamente solucionen los problemas, si ignoramos el origen. Pero, una vez que hemos afinado políticas para la solución de los problemas; es necesario el consenso para articular los esfuerzos de quienes están afectados por el problema y quienes quieren contribuir a solucionarlo.
2 – No he leído el proyecto de Constitución Europea, pero si tal como dices le niega derechos sociales y económicos a los inmigrantes, entonces simplemente viola los DDHH. No es un síntoma, es la evidencia de un crimen.
Sí coincido que la supresión de la toma de posiciones políticas en espacios públicos es una expresión de autoritarismo ideológico.
Pongo mi esfuerzo para hacer fracasar ese autoritarismo ideológico en cada espacio en el cual lo reconozco.
3 – Personalmente, asumo mi ideología y me sumo a políticas que intentan construir proyectos sociales con los cuales me identifico. La defensa frente al adversario es necesaria es contextos en los cuales el conflicto es extremo; en muchos otros contextos, como el venezolano, tengo la impresión de que conduce al agotamiento de fuerzas que sería mejor dirigir a construir un proyecto progresista e inclusivo.
4 – Un mundo sin fronteras y sin desigualdades económicas extremas es posible y es alcanzable con los recursos que tenemos. Hay que trabajar para lograrlo; proceso largo.
Un mundo sin ideologías y sin causas políticas, “un mundo feliz”, es inalcanzable. Desenmascarar esa falacia es otra pelea pendiente.
5 - El consenso entre los desposeídos y la clase cuya única propiedad es el conocimiento es posible. Puede ser verdaderamente revolucionario.
Más difícil es incorporar al consenso progresista a los trabajadores asalariados o a los propietarios de bienes de capital. Estos grupos tienden al conformismo. ¿Es posible movilizarlos? ¿Vale la pena hacerlo? ¿Es necesario frenar en donde frenan ellos?
6 – No nos adaptemos a un mundo injusto. Repitamos hasta el cansancio que las desigualdades económicas y sociales son el problema, la pobreza es el enemigo. No le disparemos a espantapájaros.
7 - Sí, el postular que oportunidades de progreso están abiertas para todos responde a una ideología; el postular que los pobres no tendrán oportunidades de progreso mientras existan los ricos también es una ideología.
Postular que el Estado tiene la obligación de proveer oportunidades de progreso para los más pobres que no dependan ni de la buena voluntad de los ricos ni de su extinción también debe ser una ideología. Debe ser una ideología, pensar que los movimientos sociales y las organizaciones de la sociedad civil deben ser protagonistas en la construcción de esas oportunidades.
Una ideología a la cual me apunto.
Ps. Las certezas guían hacia el autoritarismo. Trata de mantener la duda.
Juan Carlos, te comento con brevedad porque tus reflexiones animan a muchas direcciones y merecen tratamientos específicos. Sólo para tratar de precisar:
1-El hecho de que asocie la globalización actual con cierta ideología espontánea y profundamente dominante, de esas silenciosas que se encarnan con pasión en objetos de consumo, pero que reniega cualquier lazo libidinal con sus "iguales" (y por las causas que le conciernen), no significa que yo ahora en plan ludita quiera volver al más rancio espíritu premoderno. Lo que sí creo es que cada centímetro de la globalización actual hay que pelearlo, hay que negarlo a ver si abriendo el vacío aparecen otras cosas. Otras cosas que en el tiempo habrá que darle forma y contenido, como se está haciendo en muchos campos y en muchos frentes. Tareas siempre habrá.
2.-Hay muchas definiciones de la política. A mí me gusta precisamente no la que la asocia a la conserjería y el consenso (la plomería sutil del liberalismo) sino la que se compromete en el acto creacionista, que ya se encuentra en el mismo Platón, en el libro IX de la República. Eso significa que no siempre hay política. Que lo que hay, la mayor parte del tiempo en realidad, es el mantenimiento y cambio de aceite del sistema (regulación de las diferencias, administración de las desigualdades, arreglos concretos). ¿Pero qué pasa cuando el sistema se disuelve, las instituciones se desmoronan y aparecen movimientos políticos de la nada? Ese es para mí el momento político por excelencia. Abrir el espacio, darle luz a sectores que no se contaban, agarrarse a palabras a falta de otra cosa, aferarse a figuras e imágenes a falta de contenidos y tradiciones precisas y legibles... Eso es la política como momento de apertura e inclusión. ¿Eso dura toda la vida? No debería. Creo que la responsabilidad de cada quien está en darle contenido al vacío, llenar el espacio, como se dice en el psicoanálisis, poner al objeto deseado en su lugar. Hasta ahora la oposición, en su más profundo prejuicio y temor, lo que ha hecho es subestimar precisamente ese vacío, y lo ha negado rabiosamente. El problema es que el vacío en Venezuela tiene dolientes: gente humilde, gente pobre que se siente encarnada en esa apertura y que merece respeto y dignificación. Por eso el profundo cortocircuito social que tiene la oposición, y creo que apela al consenso para mantenerse precisamente en la pomada.
3.-Desde la invención maravillosa de la democracia, con la Revolución Francesa (que fue el gran acto creacionista de la modernidad: no hay causas objetivas que puedan explicar el cambio tan radical del antiguo régimen a la democracia soberana) hay dos palabras que funcionan en el campo social como significantes vacíos, es decir, sirven para que cada quien proyecte sus expectativas y sus deseos: tu las conoces, se llaman libertad y justicia. Alrededor de ellas se organizan políticamente las energías libidinales de la gente. Ellas resumen de manera ejemplar el desacuerdo inherente, conflictivo (confrontativo) que existe en el campo social ¿Tus ideas de justicia son como las mías? ¿Será que la libertad a la que tu te refieres tiene el mismo tenor que la mía? Lo que termina demarcando ciertos usos de esas palabras, lo que termina convirtiéndolas en moneda corriente es la actividad ideológica. ¿No es acaso la carta de los derechos humanos el instrumento ideológico usado por la derecha liberal en los tiempos de globalización, precisamente para ocultar las diferencias sustanciales que existen en el planeta? ¿No se ha convertido la Carta de los Derechos Humanos en el motivo único de la política global? ¿En un barómetro para evaluar las dinámicas sociales, como el PIB o las reservas internaciones las dinámicas de la economía?
Eso es la ideología. Un concepto ineludible. Cuando lo quieres negar y subestimar, resulta que estás hasta el fondo embadurnado en él. Quizá la mejor manera de definirlo es tratando de mostrar cómo ciertos términos, cómo las mismas palabras sirven para expresar un desacuerdo fundamental entre unos y otros. Si no, mira lo que hizo el compañero de "resteados": contestó las preguntas sin que necesariamente yo esté de acuerdo con sus objetivos políticos. El tema de la ideología es clave para entender cómo la política logra articular a la gente, ponerla a sumar y a cambiar situaciones. ¿Qué todo parece muy incipiente, muy ranchúo, muy chungo? A cada quien le toca la responsabilidad de darle en alguna medida un contenido al vacío. ¿Eso no es, te pregunto a ti que tienes la experiencia y el oficio, el acto mismo de la creacíón literaria: un trabajo sostenido sobre un vacío profundo y obsesivo? ¿No consiste la literatura en colocar la frase, la historia, la palabra,en ese lugar monstruoso que se parece a la nada?
Un gran abrazo, Juan Carlos...y en cuanto al problema de los periodistas opinadores... Por ahora te digo que me dejé de eso y asumí que lo mío es opinar en estos tiempos sin tapujos, y no ocultarme detrás de la patética idea de objetividad que aún se esgrime en esos contextos. Si se trata de trabajar en el vacío, heme aquí...Partiendo de cero...
Por cierto, te agradezco un montón, Juan Carlos, que quieras sostener esta discusión como lo has hecho. Significa un buen síntoma, de que hay desarreglos que cada uno quiere expresar y quiere resolver a punta de discusión y debate con los otros.
Al compañero oculto de "resteados" también le agradezco que a partir de mis disquicisiones sobre la ideología, formuladas de manera negativa (a través de preguntas), se halla tomado el tiempo y el interés de convertirlas en una afirmación, y hasta en un manifiesto de principios...Vamos bien, entonces, estas experiencias de diálogo y confrontación, en alguna medida empiezan a ser productivas...
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Hola Héctor...
Me parecen interesantes tus planteamientos. Obviamente, creo que cualquier posición que tomemos la basamos en alguna idea en la que creemos y en ese sentido siempre partimos de una ideología ya sea expuesta en el papel, o en el universo de cada una de nuestras mentes sin necesariamente tener un cuerpo construido y estructurado de la misma.
Creo que tienes razón en lo que dices en el sentido de que el consenso es usado como recurso ideológico por la oposición... lo de "consenso país"... es una idea un tanto blanda que creo que no termina de cuajar porque no se le ve la médula de autenticidad. Es más una concesión por el momento que se vive que una postura... mi idea del consenso se refiere más a la aprobación de leyes, a la consideración de todos los sectores de nuestra sociedad cuando se gobierna, pero siento que el afán de consenso debería provenir de parte del gobierno para solventar la división de país y orientarnos hacia un camino más productivo que una postura necesaria en la oposición para ganarse la confianza de la gente.
Mi temor no es a la confrontación de ideas sino de violencias. Y la violencia es fácilmente generada por la dogmatización de una ideología. El dogma se forma cuando pensamos que somos poseedores o portadores de la verdad y que no hay cabida para discutirla o interpretarla o criticarla. En ese sentido es mi temor. Pero de alguna manera tus argumentos me han llevado a concluir que ciertamente son necesarias posturas sólidas y políticas frente a las cosas que pasan.
Tampoco creo en el igualitarismo. Más bien creo en las diferencias y en como ellas pueden enriquecer una sociedad. Como Juan Carlos creo en la igualdad de oportunidades y de derechos pero no creo en la igualdad de necesidades porque son imposibles en una sociedad que funciona en base a las desigualdades que la dinamizan.
La creciente tendencia de las pequeñas naciones o grupos humanos de querer sus autonomías es una respuesta a esa globalización y auna falla de las democracias totalizadores de grandes naciones, por demás ineficientes y nada representativas. Es una respuesta a la tendencia a homogeinizar la cultura, a la desaparición de idiomas, de usos y costumbres por la imposición bastante imperialista, si a ver vamos, de la globalización, que no está dándose en "consenso" sino impuesta por los polos de poder económico y político sobre los otros menos poderosos.
Por cierto, restead@s es Iria, la de rulemanes.
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