La izquierda, sea carnívora o vegetariana,
tiene que identificar a su enemigo
El tema del giro a la izquierda que ha dado Venezuela y las posibilidades de gobernabilidad que resultan de esto (evitar cualquier salida antipolítica) trajo como consecuencia una incipiente discusión con una blogera, Iria Puyosa, que vale la pena reproducir, porque aquí empiezan a perfilarse las dificultades políticas que tienen y tendrán los que reclaman para sí la potestad de una izquierda "ideal"
Esta fue mi última respuesta: Soy bastante optimista, Iria, con el proceso venezolano tal como ha sucedido, con todos sus bemoles y sus atolladeros. Pero admito que no tanto como tú: la clase media venezolana puede que tenga claro que el problema central a resolver es la pobreza y la exclusión (en teoría y enunciación), pero aún así no tiene ni idea de cómo se come eso, y sobre todo, que si se come, se coma lejos de sus residencias, de sus muros electrificados y vigilados, de sus parques temáticos a la doméstica, y si se quiere, que se lo anuncien bonito por televisión (como un larguísimo teletón).
La gran lección que nos ha dado este proceso es que toda inclusión debe comenzar con una apertura política (de voz, de lenguaje) y esa apertura y dignificación social ha sido percibida como traumática y turbulenta por los sectores que precisamente estaban acostumbrados a ver la política como una asociación de vecinos, como un campo controlado por representantes precisos (en la práctica se ha producido una verdadera lucha de lenguajes, apropiación de espacios públicos y sociales, demandas y tonos destemplados).
No puedo ser tan optimista con respecto a la clase media. Y diría más: toda fuerza de centro izquierda en Venezuela que quiera hacer valer hoy sus principios, a mí modo de ver, tiene que partir del hecho modesto de que por mucho tiempo estuvo desvinculada radicalmente de los sectores excluidos por la política (fuera del campo, del sitio exacto donde éstos se encuentran) y es ahora, finalmente, que con los textos de Petkoff se le reconoce a algunas misiones sociales la efectividad que nos habíamos negado a reconocer con tanto ahínco. Yo te digo, a estas alturas prefiero tratar con una izquierda borbónica que con una derecha golpista, que en dos años se dio a la tarea de casi destruir al país con tal de salir de ese hombre al que Petkoff, también, le ha tenido que reconocer un liderazgo vigoroso que nadie en Venezuela puede ostentar hoy.
Estos años nos han servido de mucho, sí, sobretodo para poder identificar cuál es el verdadero enemigo de la justicia y la inclusión social (cuál es el enemigo de toda izquierda, sea la carnívora o la vegetariana). Te lo digo yo, que comencé hace más de un año con una posición radicalmente intermedia, tratando de construir simbólicamente el centro y recibí a cambio de los opositores los desprecios más tremendos y la apatía más resuelta a discutir a fondo los temas urgentes. No me queda duda: una izquierda de centro, una izquierda democrática, como le llamas, debe empezar por reconocer claramente cuál es su verdadero enemigo, si los retóricos a la borbónica, o los que efectivamente con sus actos construyeron la antipolítica y animaron el fascismo más crudo y cínico.
Dice Puyosa: Mi impresión es que "la dialéctica amigo-enemigo" fue propiciada no sólo por la minúscula derecha venezolana sino por el ala extremista del chavismo. Ese sector extremista del chavismo pareciera ser el que más se ha beneficiado con la demonización del disenso político. Mi impresión es que el chavismo duro alimentó a esa oposición de derecha porque le convenía la confrontación blanco/negro. La oposición de centro-izquierda siempre ha estado allí, aunque el chavismo la haya negado.
Con el derrumbe del golpismo, al chavismo no le queda más que reconocer que existe una oposición democrática, que podríamos llamar de centro-izquierda. Y que el canto de propaganda anti-facista está agotado. También se ha agotado el canto de la anti-política, pregonado por igual por los mismos dos sectores. Sobre todo porque la gente ya se dio cuenta de que políticos no son sólo los adecos y los copeyanos de la vieja guardia, también son políticos los dirigentes del chavismo.
Creo que la clase media venezolana hace bastante rato que sabe que el principal problema del país es la pobreza. Los dirigentes son los que se niegan a enfrentar ese problema, prefiriendo escapar de sus responsabilidades con las cantaletas del fantasma del fidelismo y el fantasma del imperialismo. La clase media hace rato que está harta de eso. Empleo, educación, calles limpias y desmarginalización es lo que tiene rato pidiendo la clase media. No golpes de estado, ni brigadas populares de reservistas.
Mi primera respuesta: Para serte sincero, veo signos interesantes por todos lados para la contienda electoral del 2006. El hecho de que se abra un debate intenso sobre el ritmo, la velocidad y la retórica del proyecto de izquierda que gobierna en Venezuela, es para mí importantísimo. Ese debate, esa discusión de factores y visiones diversas que coinciden en líneas fundamentales (la exclusión y la pobreza, la democratización y la justicia) le interesa tanto al chavismo como a cierta oposición con sentimiento centrista, porque está visto que a pesar de que la dialéctica dura entre amigo-enemigo que imperó entre 2002 y 2004 ha hecho crecer y profundizar el proyecto de Chávez, aún falta que se logre crear una plataforma de gobernabilidad más o menos duradera. Es decir, crear un consenso básico con fuerzas que no anden a la espera de atajos y saltos golpistas. En este sentido, veo de manera alentadora que pueda surgir una opción de centro que capitalice las pulsiones antipolíticas de la derecha y logre ampliar el espectro y los matices dentro de las fuerzas del cambio. Si el debate se da, si logra percibirse en la clase media que el problema central del país es la pobreza y la exclusión, tendremos un escenario político para después del 2006 menos polarizado y más concentrado en metas esenciales y transformadoras.
Primer comentario de la Puyosa: Tienes razón al apuntar que la agenda política venezolana está dando un giro hacia la izquierda. Creo que si seguimos por esa vía van a ocurrir varios fenómenos interesantes. Por una parte, se van a revelar las contradicciones en la base de poder del chavismo que hasta ahora han sido maquilladas con la retórica del bolivarianismo y las prácticas del populismo. Por otra parte, podría tomar fuerza una oposición de izquierda democrática, que hasta ahora no ha ocupado las primeras planas (excepto las de Tal Cual, por supuesto), que tiene claro que el problema a resolver es la exclusión y la pobreza.
3 Comments:
No he dicho que el proceso venezolano ha transitado por las mejores vías posibles. Lo que he dicho, sencillamente, es que ha transitado, que las cosas se han movido y que han aparecido actores, políticas, antipolíticas y visiones varias que nunca habíamos percibido en el padado. La misma idea de reclamar un centro político en medio de pulsiones extremistas es una circunstancia que forma parte del proceso tal y como ha devenido. Con lo cual, elogio la movilidad, el desplazamiento, la confrontación, la adaptación, la reorganización, la lucha y todas esas virtudes que se relacionan con el significado y el ejercicio de la Política.
Uno de lo peores errores que hemos cultivado en estos años es esa terca voluntad a negar y reconocer, a conservar, en el sentido más conservador del término (valga la redundancia), una ideología, una visión de la sociedad que ya no tiene nada que ver con los desafíos y retos que vienen. De allí que en varias oportunidades he dicho que tenemos unas élites unplugged, porque están desconectadas de la electricidad de la calle, de la energía de los nuevos imaginarios sociales.
Uno de esos desafíos y retos planteados por el proceso, a mí modo de ver, es lograr deslastrarse del desprecio por lo popular (en nombre de la inseguirdad, de la violencia urbana, de la marginalidad, de la ignorancia y la pedidera)y tratar de comprender que toda política de inclusión no puede ser una receta técnica (un balance frío de las finanzas públicas entre el Debe y el Haber).
Hemos aprendido que la inclusión, como dije, comienza con una apertura de voz, de lenguaje, de discurso político (en ese período nos encontramos, por cierto). Por eso, me parece poco interesante despachar cualquier intención "misionera" con el mote de populista y clientelar, sobre todo porque más allá de eso, más allá de la cuantificación precisa y milimétrica de los resultados y efectos de los programas, se está produciendo, gracias a éstos, una visibilidad, un protagonismo, una corporización de sectores populares que, hasta ahora, simplemente nos habíamos negado a siquiera a considerar. Eso significa transformaciones sociales que de un momento a otro empezarán a generar cambios estructurales importantes (si es que ya no).
El problema real y de fondo es que toda inclusión es turbulenta y conflictiva por definición, por eso siempre ha sido una bandera de la izquierda, no de la derecha. La derecha siempre ha visto la pobreza como un asunto de consumidores potenciales, y la pobreza, para la izquierda, es la fuerza creadora capaz de impulsar nuevos contratos sociales basados en la justicia y la equidad. De allí que la izquierda tenga la necesidad de reconocer a sus aliados, a sus comunidades, e identificar, en el mismo gesto, a sus adevarsarios y enemigos.
La izquierda, en esencia, tiene que politizar a los individuos para conseguir cambios estructurales, en cambio la derecha quiere despolitizarlos, es decir, convertirlos en partículas domésticas que se reúnen periódicamente para hablar del condominio o comentar la "gran política" que aparece por los medios de comunicación. La izquierda, en esencia, significa la voluntad de organizar políticamente esos impulsos utópicos (demandas incondicionales) de los sectores excluídos.
Entonces, Iria, toda izquierda tiene que identificar a su enemigos, porque gracias a ellos (a los enemigos) uno se puede plantear metas, tranformaciones y cambios. Ellos son el obstáculo necesario para que las cosas en sociedad se muevan. No te creas, la derecha tiene muy claro quién es el enemigo en esta historia, si no, no hubiera hecho gestos tan desesperados como el 11-A, la huelga petrolera, el desconocimiento de los resultados del referéndum y el constante coqueteo con la administración Bush.
La derecha...la izquierda...qué antiguos andan algunos.
Vamos, muchachos, mejor lean a Raymond Aron con mucha calma, subrayen, y piensen en lo muy simpático que era el Sartre de sus amores.
La libertad y la democracia están muy lejos de la izquierda utópica (qué asco de palabra, ¿cuánta gente más deberá ser asesinada en su nombre para que entienden su olor mosntruoso?) que ustedes aplauden.
LA IZQUIERDA REACCIONARIA de Vázquez Rial puede ayudarlos a despejar las musarañas, o clarificasrlos, porque en el fondo de esta discusión yo solo detecto un mecanismo de justificaicón light del chavismo, con toda esa paja de la inclusión social (¿o es que tú fuiste excluido mister gris?), que termina siendo una justificación del nuevo disfraz del militarismo venezolano.
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