Zona de conflicto

Venezuela, sociedad mediática y comunidad política. Antagonismos y atolladeros. Ciudad y utopía. Un espacio para cruzarse con los unos y con los otros...

8/11/2005


Realidad y antipolítica (elecciones municipales y candidaturas)

Este mensaje va para los que andan haciendo fiestas con la abstención, para los que aún no se han acostado festejando el rechazo (en tono de asco) a todo lo que huela y suene a urnas y votos, para los que no creen –a estas alturas del partido– en competidores ni competiciones, para los que consideran que retirar las energías y las neuronas del sistema provocará el cambio. Hay que recordarles a todos aquellos que creen que los cambios políticos son producto de inercias y de meras resistencias, que el pasado domingo se perdió una oportunidad de oro para demostrar que el juego en Venezuela continúa más vivo que nunca, y que aún hay muchos espacios abiertos para constituir fuerzas políticas, asociaciones, sistemas de representaciones que garanticen una oposición fuerte y democrática desde abajo hacia arriba, y que le presente a su electorado (un capital que hasta ahora ha tenido techo de 40%) una opción viable para las elecciones del 2006.

Sí, se perdió una oportunidad de oro porque las elecciones municipales no son cualquier cosa en la Venezuela de la constitución bolivariana. Allí hay unas tareas y unos lineamientos que hablan de un poder local, de una transformación en el sistema de decisiones que está asociado indisolublemente al concepto de democracia participativa. Después del triunfo chavista en el referéndum de agosto de 2004, después del arrase oficialista en las elecciones de noviembre para gobernadores y alcaldes, después del despegue del proyecto gubernamental (misiones sociales y asistencia cubana) y de una gruesa participación popular que creció de manera decisiva después del 11-A, parecía probable, parecía predecible que en las elecciones del domingo una gigantesca y atronadora mayoría chavista quedara plasmada en las urnas, quedara arraigada en el espacio de poder clave para propulsar una “revolucionaria” relación entre el Estado y las comunidades, entre el ciudadano y sus representantes.

Para lo único que ha servido la abstención, la gigantesca y preocupante abstención, es para hacer más visible el abismo que existe aún entre el sujeto (el hombre de la calle, como usted y como yo) y el mensaje y la vocería política (las autoridades, los partidos, los líderes vecinales, comunitarios, municipales). Hay juego, señores. Contra todo pronóstico apocalíptico, contra toda idea (que a veces se vuelve cháchara) de que el país está montado sobre un ogro neototalitario que todo lo manda, todo lo exige, todo lo dispone, hay una marea humana que aún no encuentra relaciones claras entre un líder y un aparato social, entre un proyecto político y su manera de materializarse como espacio de poder.

Recuérdese bien, los espacios de poder local son reales y necesarios (ahora más que nunca), sobretodo en un país que ha venido acostumbrándose por demasiado tiempo a la idea de buscar soluciones fuera de la política (de los partidos, de las agrupaciones, de las asociaciones, de las oposiciones). Las elecciones del domingo pasado no eran simplemente unas elecciones huérfanas y desestimables. No eran una minucia. Eran la médula central de lo que se llama democracia participativa. Si se quiere jugar el juego político y democrático, hay que empezar por comprar todas las opciones y asegurar la participación en todos los espacios. El chavismo, me imagino, debe estar en su proceso de autocrítica, algo ha pasado para que todo ese comunitarismo barrial, ese resurgir de la participación popular no haya divisado a estas alturas la importancia estratégica de conseguir representantes y voceros en alcaldías y municipios. ¿No estamos hablando de voltear las decisiones del poder y de darle más acceso y cabida a las demandas concretas de la comunidad?

Todo lo cual para decir que si la oposición continúa por ese camino, el del eterno dudar si estar o no estar dentro del marco constitucional y dentro del juego democrático, no habrá ninguna opción real y posible para las elecciones del 2006. La subestimación de la participación popular (a través del voto) en elecciones claves, empieza a dibujar un panorama desolador para las presidenciales del 2006. Los grandes fanáticos de la abstención no entienden que estamos a menos de 4 meses de las elecciones para la Asamblea. Si no se hace política ni se organizan fuerzas para el poder legislativo, entonces no habrá ningún tipo de representación, de plataforma política que le sirva a los candidatos presidenciales para enfrentarse a Chávez. Serán candidatos sin ningún peso y, lo peor, sin ninguna perspectiva de representación para después del 2006. Es decir, candidatos al aire. O sea, candidatos que no les quedará otra que repetir la misma y terrible estrategia que se produjo entre 2002 y 2004: “Chávez vete ya”.

Valga la crítica para algunos candidateables: no se puede conceder ni un minuto en disertaciones del tipo “me lo estoy pensando”. Si se quiere construir una opción que tenga gasolina suficiente para llegar a diciembre de 2006 con una base electoral importante (partamos del techo del 40% histórico), hay que participar en todas las batallas pendientes (y la del domingo ya lo era). De lo contrario, tengo mis dudas de que estos candidatos outsiders (fuera de lo que ha sido el culebrón de soberbias y arribismos que se inició en abril de 2002), quieran inmolarse así no más, sabiendo de antemano que será muy difícil ganarle a Chávez, y que además, nada garantiza que después de las elecciones presidenciales quede alguna estructura posible para la oposición que se lideriza, sencillamente porque no habrá representación para ella.

La lógica democrática dice, además, que todo perdedor se dispersa después de los resultados. Los candidatos presidenciales para el 2006 tienen desde ya el handicap de que, probablemente, tendrán que competir sin representación ni cuotas importantes en la Asamblea, por lo que será una batalla por la inmolación. ¿La inmolación tiene un valor en la política? Sí, y Chávez lo demostró suficientemente el 4-F. La inmolación tiene valor sólo si sirve como un acto que permita sostener un proyecto político de largo aliento, con miras a conquistar el poder en un futuro. Chávez se tardó 6 años desde su inmolación militar. ¿Petkoff estará en condiciones de esperar al 2013? Mientras lo seguimos pensando, como dicen, creo que hay que actuar y hacer política hoy. Es decir, hacer visible un proyecto, generar colectividades, diálogos, pisar la calle, preparar una terna para las elecciones de la Asamblea. Y más decisivamente: emprender la cruzada contra los antipolíticos de oficio, contra todos aquellos que están buscando, todavía, salidas fáciles (y arbitrarias) y que sueñan con ver caer a Chávez por obra y gracia de la abstención (ahí simpre quedará la sospecha de que lo que se busca en realidad es una solución externa, muy cercana a la Casa Blanca).

2 Comments:

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