Zona de conflicto

Venezuela, sociedad mediática y comunidad política. Antagonismos y atolladeros. Ciudad y utopía. Un espacio para cruzarse con los unos y con los otros...

11/29/2005

El gato y el abismo


A cuatro días de las elecciones legislativas, el país repite el síndrome en el que está atrapado desde el 11 de abril del 2002. Una parte nada desestimable de la sociedad, un sector nunca del todo cuantificable pero que oscila entre 30% y 40% de la población electoral, no logra mantener firme ningún objetivo político, no logra cohesionarse alrededor de un proyecto o estrategia a mediano y largo plazo, y se fractura cíclicamente ante los llamados desesperados de los border de siempre, es decir, de los que han hecho suyo, desde el 11-A y la huelga petrolera, el artículo 350 y la jerga abstencionista. De manera que por tercera vez en el último año tenemos el cuadro de una oposición cortocircuitada, con pasiones confusas y contradictorias, con muchos aliens fagocitándole el cuerpo, que se debate entre la civilidad y el atajo violento, entre la salida democrática y la solución mesiánica. Incluso está dispuesta a ponerle velas y ocupar las iglesias a la espera de alguna intervención divina, de alguna solución trascendente, allende de nuestras fronteras ¿una solución gringa, quizá?

Las dos caras de la abstención

No tengo nada contra el abstencionismo. Me parece, más bien, que ser abstencionista es una postura política tan legítima como cualquier otra. Sin embargo, debo hacer una aclaratoria: la abstención es una posición política por excelencia que manifiesta, en primer lugar, un rechazo a un régimen determinado (la democracia puntofijista, la democracia social, la democracia del consenso...), y en segundo lugar, manifiesta también un rechazo rotundo a todos los factores que dentro de ese régimen político adversan al partido gobernante. De manera que el abstencionista hace uso de una negatividad radical: lo que se juega un abstencionista es abrir un espacio inédito, despejar un campo determinado para que la luz de una nueva política pegue ahí donde antes había oscuridad. Como es lógico, la radical negatividad, históricamente, ha sido un instrumento de las minorías, tanto en Venezuela como en otras democracias, y tiene el inmenso valor, cuando se asume activa y políticamente, de sostener una negatividad con respecto a todos los actores que participan en el sistema. Con el abstencionismo no se busca tumbar a un gobierno directamente, sino poner en crisis a todo un sistema de representación política, incluida a la oposición “institucional”, valga decir.

En este sentido, hay que recordar que la posición abstencionista de Chávez entre 1995 y 1997 se hizo desde esta radical negatividad. Al punto de que algunos factores políticos del establishment, ligados a cierta izquierda que se había históricamente democratizado, nunca le perdonó esta posición border, y cuando llegó el giro electoral ya resultaba demasiado tarde como para apuntarse en el proyecto. El abstencionismo, repito, cuando se ejerce de manera activa, es una posición de radical negatividad contra todo el espectro político establecido.

La cara contraria del abstencionismo activo y negativo es, precisamente, la que manifiesta su absoluta indiferencia con todo el entorno de la política (indiferencia no es negatividad, ojo). Aunque esta porción abstencionista tiene una base histórica, y se le relaciona con la evasión y el cinismo, debe ser analizada y reivindicada, más bien, como el capital democrático irreductible de una sociedad determinada. Aunque no participa, aunque no ejerce ninguna función específica en la consolidación de nada, aunque los políticos se partan la frente contra el muro de su frialdad, esta abstención es el mejor índice para seguir pensando que la democracia es un asunto que no puede disolverse en el juego de las representaciones políticas.

Llegado el caso, siempre hay una porción de la sociedad que escapa a cualquier mensaje político. Este sector, que parece históricamente sólido (ha oscilado entre 30% y 50% en los últimos 20 años) es más ambiguo y dinámico de lo que parece. Incluso, hay quienes piensan, como yo, que este sector es la correa de transmisión que hace posible el juego democrático. De esta franja se desplazan algunos ciudadanos hacia la oposición y otros hacia el chavismo. Es, digamos, lo más cercano al centro, pero un centro “ausente” de la política. Sin esa franja gris e indeterminada, habría sido imposible que se produjeran los distintos trasvaces que han ocurrido en las fuerzas antagónicas desde 2001 hasta el día de hoy (el chavismo y la oposición han cambiado considerablemente de actores y de fuerzas en los últimos 5 años).

Los mutantes y la pulsión de muerte

¿La posición de los 350 y de Súmate representan la versión activa/negativa de la abstención o la gris/centrista? Rotundamente: ninguna de las dos. Ni hacen uso de manera sostenida de un proyecto político que quiera despejar algo, que quiera abrir el campo para una reflexión y una politización distinta de la sociedad, ni tienen vocación por la evasión y la indiferencia (para eso hay que tener también alguna vocación). Esta gente representa, más bien, la extraña mutación que ha ocurrido con los que no han logrado reciclarse bajo la lógica democrática, con todo y los problemas que ha tenido esta lógica para desplegarse desde el 2002. Son un tumor maligno que nació con el golpe de abril y la huelga petrolera, y que no logra producir políticamente nada, dado que su preocupación fundamental es conquistar el poder encarnado en la figura del Presidente. Hay que tener claro que por más presidencialismo y por más petróleo que nazca de nuestras canteras estatales, el Poder, para decirlo con el Foucault de los años tardíos, es una malla complejísima, atravesada por vectores y factores que escapan a la simple identificación de una silla presidencial como único lugar de la dominación. Estos mutantes que no logran reinsertarse en la política son, en términos psicoanalíticos, una pura pulsión, el puro resto de una energía y de una movilización despiadada que se originó con el intenso proceso de confrontación política. Esa pulsión pura, esa pulsión de muerte, se comporta igual que el gato de Tom y Jerry, que de tanto perseguir al ratón no se da cuenta de que se ha rebasado y continúa corriendo por el aire... Después de haber corrido un buen trecho sin suelo firme, el gato se percata de que está sobre el abismo, y allí es cuando se desploma y se da el tortazo de su vida...

El 4 de diciembre no será más que una síntesis de esta metáfora pulsional: la corroboración de que el gato, desde hace bastante rato, camina por el aire sin ningún soporte, sin ninguna base... ¿Arrastrará nuevamente hasta el abismo a toda la oposición con él?

La peor paradoja de la pulsión de muerte es que, a pesar del tortazo, el gato siempre reaparece en pantalla dispuesto a perseguir a su ratón. En ese sentido, creo que hay que acostumbrarse a vivir con el gato, pero si se quiere evitar que vuelva a arrastrarnos hasta el abismo, hay que sobreponerse enérgicamente a sus pulsiones y constantes carajazos...

4 Comments:

Blogger hectorpal said...

Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

8:14 p. m.  
Blogger hectorpal said...

Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

8:15 p. m.  
Blogger hectorpal said...

Excelente la imagen de ese sector del medio como correo de transmisión de la democrácia. Pero esa dinámica que señalas sobre los abstencionistas y los que van nutriendo ambos extremos, también sucede dentro de los mismo bandos.

De manera que cuando dices que Un sector nunca del todo cuantificable pero que oscila entre 30% y 40% de la población electoral, no logra mantener firme ningún objetivo político, deberías referirte a que los líderes se dejan llevar por los borders. Es decir que esos líderes en los cuales decide confiar ese 30-40%, no porque sean sus líderes soñados, son también expresión inexacta de la dinámica interna de ese bando.

Una cosa curiosa, por ejemplo, es como en cierto momento los líderes parecían competir por ver quien era más radical, quien le tenia más rábia a Chavez. Por un momento eso bajo, pero todos los que van renunciando a las elecciones se van presentando como heroes dolidos.

8:16 p. m.  
Blogger Héctor Bujanda said...

La verdad es que tienes toda la razón, tocayo, esa porción siempre incalculable, siempre difícil de precisar que es la oposición, reproduce a gran escala una inconsistencia importante. Y ésta se traduce en esos líderes de pacotilla, de cartón, de lata de leche en polvo vacía, que se creen protagonistas de una fiesta, y de pronto deciden marcharse a otra, porque no tienen nada que ganar ni perder. Al fin y al cabo qué son hoy esos partiduchos, AD, Copei, Proyecto Venezuela... Puro semblante, pura marca, sin ningún contenido. Son como comprar un huevito Kinder, y que te salga, además, sin juguete.
Lo que demuestra esta crisis crónica y estructural de la oposición, más decisivamente, es que hacer política, verdadera política, es casi un milagro. Es decir, es un verdadero milagro hacer que una persona se identifique con otras y cree comunidades "más o menos homogéneas" de objetivos y metas. Por eso, para quienes han negado todo el proceso venezolano de manera despectiva, se pierden la "verdad" de este proceso. Es decir, el milagro político de construir una comunidad.
En cuanto al Estado ad-hoc, te cuento que el tema es largo y prometo entromparlo más adelante. Pero te digo por adelantado que hoy, a diferencia de la era de la Guerra Fría, contruir una opción socialista pasa por remodelar las instituciones de manera contingente, dado que no tienes al monstruo soviético listo ahí, como pasó con Cuba, para producirte en su fábrica el producto manufacturado y toda la reingeniería social. Ahora el desafío es mucho más complejo, excitante y peligroso. ¿Pero hay que por eso abtenerse y aceptar lo que hay? No lo creo. Por eso abogo por la imaginación y el cambio, nunca por el inmovilismo y el negacionismo...
Saludos

8:46 p. m.  

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