Zona de conflicto

Venezuela, sociedad mediática y comunidad política. Antagonismos y atolladeros. Ciudad y utopía. Un espacio para cruzarse con los unos y con los otros...

5/03/2006

Tres reflexiones más sobre el periodismo y su crisis
Hoy es el Día Mundial de la Libertad de Expresión. Muchos creen que ese concepto, en términos mediáticos, no existe. Otros piensan que ciertas estrategias de Estado vienen operando para cerrar espacios y amedrentar a los que practican el oficio de informar. Yo creo que ambas críticas, sin embargo, hablan de una crisis más honda: la de una profesión que se encuentra bastante limitada para comprender y registrar los complejos cambios sociopolíticos del mundo actual. La única manera de salvar al periodismo de su letargo, de su sesgo y de sus privilegios es sometiéndolo a una crítica radical. Terapia que pasa, por cierto, por saludar las nuevas expresiones sociales, los nuevos medios comunitarios y las nuevas maneras de juntarse en Internet


I
La encuesta que le respondí a Zinnia Martínez ha generado, entre colegas y amigos, más de una discusión. Algunos me han cuestionado por haber hecho una oda a la desaparición —por efecto de la socialización— de las herramientas y técnicas periodísticas. Yo, por el contrario, creo que la profunda crisis de este oficio hay que asumirla con todas las tildes que vengan al caso, si queremos sacar de ella alguna perspectiva novedosa para el periodismo por venir. El hecho de que este oficio malquerido tenga infinitas limitaciones para comprender la complejidad de estos días, que las instituciones que tradicionalmente lo amparaban y auspiciaban estén severamente cuestionadas —los medios— y que los roles de la democracia representativa estén francamente en retirada, no significa que el periodismo como ejercicio y tradición desaparecerá de la faz de la tierra.

Recuérdese que la crisis de los 50, en torno a la “mirada” del antropólogo y del etnólogo no conllevó la desaparición de estas disciplinas. Lo que trajo fue una progresiva fusión y enriquecimiento de técnicas, de miradas y de tradiciones. De subjetividades. La lección fundamental de la crisis sobre “el papel del observador”, que se vivió en aquella década, y que se parece en alguna medida a nuestra crisis del periodismo, es que tanto antropólogos como etnólogos aprendieron de la humildad, aprendieron a absorber las críticas y a comprender, sobretodo, que ellos no eran en ningún caso observadores privilegiados de nada, que su sólo título no los autorizaba a ninguna función social fundamental. Debemos aprender de la humildad y de otro concepto asociado, íntimamente, a la singularidad de cada quien, a su vocación y compromiso consigo mismo, como lo es la honestidad.


II
Honestidad no para decir lo que se ve, no para escribir lo que uno tiene ante los ojos. Cualquiera sabe que lo que se tiene ante los ojos es visto siempre de alguna manera. Algo se mira y algo se deja de mirar. Es decir, cuando un periodista asume que no es el único actor privilegiado para contar la realidad, entiende que tiene limitaciones para ver los acontecimientos, y que eso es lo que favorece las otras miradas, la pluralidad propia del mundo de la información. El sólo hecho de ser testigo de algo no te da crédito indefinido para contar el relato único de lo real. El realismo ingenuo ya no es sostenible.

Los periodistas tenemos visiones ideológicas, como el resto de los humanos, y eso significa tener un determinado campo de visión, un filtro específico que configura relatos, discursos, impresiones y noticias. ¿Cómo entra la honestidad en todo esto? Coño, en el ejercicio de ir contra uno mismo. La receta la ofreció hace unas décadas el psicoanálisis. Lacan, por ejemplo, produjo un cuerpo de observaciones y teorías, haciendo hincapié en que la única manera de acercarse a lo humano era, muchas veces, andando contra uno mismo, contra los prejuicios, contra las resistencias y contra los dogmatismos. Eso lleva a un rigor muy especial, a una manera de cotejar, de observar y de descentrarse que es muy particular. Quizá podamos iniciar el rescate del periodismo aceptando el hecho de que el periodista no es ningún privilegiado de nada, sino es ante todo un hombre que camina contra sí mismo, que se pone muchos obstáculos y toma muchas precauciones para poder contar lo que ve y, sobre todo, cómo lo ve.

III
Mi generación, que es la de la Caída del Muro de Berlín, se formó en el ambiente del periodismo único, es decir, las instituciones mediáticas eran una sola y el oficio no estaba atravesado por los antagonismos propios de las luchas ideológicas. Les recuerdo que nuestra experiencia sólo ha representado 15 años dentro de una larga tradición, la del periodismo, que desde su nacimiento, en el siglo XIX, estuvo marcada, sobredeterminada por las luchas ideológicas, por los cuestionamientos y las polarizaciones políticas. La anomalía, en términos históricos, la representamos nosotros, que pensamos que había reglas únicas y universales para la práctica del oficio. Hay que admitirlo: crecimos en esta profesión a la par de la visión ideológica de la globalización y de la universalización de los Derechos Humanos, como valores irreductibles, aquí y en Pekín.

Esta visión única en la que nos formamos se puede resumir de la siguiente manera: el periodismo cumple la función social de informar al ciudadano para que tenga más y mejores argumentos para su toma de decisiones... Pues esa visión es la que está, radicalmente, en crisis y, por ahora, no volverá nunca más. La democracia no es una sola y el campo social tampoco está unificado. Asistimos, sin darnos cuenta, a la reaparición de un ejercicio periodístico marcado por la asunción de cierto compromiso ideológico y político. No se asusten, eso significa, al menos, aceptar una limitación, aceptar que tú testimonio de la realidad, tú manera de construir la información tiene limitaciones y que éstas se inscriben en un cierto campo simbólico e ideológico. Eso sería admitir una fortaleza y una debilidad a la vez. Lo que hace irreductible a este oficio es el compromiso político de proyectar, socialmente, unas preocupaciones, unas advertencias y unas posiciones. Pero no son las únicas ni son para todos...

Es hora de que aceptemos que el aluvión de medios comunitarios, de expresioneas colectivas, de nuevas maneras de decir y juntarse en Internet son síntomas e indicios de que algo anda mal, muy mal, dentro del periodismo. Y que la mejor manera de garantizar pluralidad en tiempos de hegemonía y consenso mediático es abriendo el dique para que cada quien diga lo que piensa, lo que ve y lo que le preocupa. Asumir cierta subjetividad, cierta limitación, cierto compromiso político e ideológico ayudará, creo, a fundar las bases para el periodismo que desde ya se anuncia y que, sin duda, está por venir...



3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Me causa un poco de curiosidad esa idea de "abrir el dique para que cada quien diga lo que piensa".

Héctor, lamentablemente no tenemos tiempo de vida suficiente para leer lo que todos piensan a través de Internet o de los mencionados "medios comunitarios", a los que yo personalmente no tengo acceso porque no están en el Directv de mi casa, ni para leer todos los libros que se publican en el planeta.

Forzosamente tenemos que buscar siempre algo que nos sirva de guía o de parámetro en medio de tanto caos y tanta informacióm. Nos guste no, mal que bien, ese papel lo siguen cumpliendo algunos medios de comunicación. Ergo, el señor que va el domingo a comprar El Nacional a su kioskito, por decir algo.

Quisiera saber cómo ves tu las cosas desde ese punto de vista, cuial es tu reflexión. Sé que no es un tema tangencial y superficial con respecto a lo que planteas comop tronco de reflexión, pero quisiera saber en qué crees que va a derivar esa necesidad de tener "faros" o "guías" que nos digan, por ejemplo, cuales son los mejores equipos de futbol, los mejores libros en las librerias, los mejores politicos, los mejores DVD piratas, las mejores utopías.

Chao y gracias.

6:43 p. m.  
Blogger Héctor Bujanda said...

¿La reflexión de los faros o guías no es pertienente también para la política? En un texto que escribí hace unos meses dije que existe una dimensión mesiánica que debemos asumir, y que ésta define los lazos políticos de la sociedad. Tarde o temprano una figura, una marca, un ademán encarna voluntades y capitaliza diversidades humanas, gústele a quien le guste. Eso es inevitable. El hombre reduce el universo a un afecto, a una creencia, a una fe determinada, la que le permite andar por la vida sin pensar mucho en la vastedad de lo múltiple y en el infinito de los campos simbólicos y culturales que se está perdiendo. Pero en ese proceso, siempre trágico, la elección de los faros y de las guías genera siempre alguna sospecha, alguna inconformidad. Esa es la fuerza que invita a no quedarse con lo que hay, a seguir buscando cosas similares pero no iguales, a buscar diferencias donde todo parece idéntico...
En ese contexto de deslizamientos, de cuestionamientos y de sospechas, las insitituciones-faro (los medios de comunicación tradicionales) han perdido legitimidad y otros "faritos" han venido ganando espacio. Vivimos tiempos de transición, no sólo de paradigmas, sino de prácticas y experiencias humanas, comunitarias y tecnológicas a las que debemos atender.
Algunos creen que el mundo se reduce a una pantalla de 21 pulgadas, otros creen que el mundo es sólo lo que hay en mi cuadra, en mi sector, en mi barrio o en mi urbanización. Entre lo abstracto y lo concreto hay todo un mundo de relaciones, de nexos y de experimentos que el periodismo no puede dejar de registrar. Pero para eso, sobretodo, el periodismo tiene que volver al contacto directo con las cosas, por más amorfas y monstruosas que parezcan a simple vista. Para eso el periodismo tiene que caminar contra sí mismo.
Corripio, los "faros" y las "guías", como los políticos, no duran toda la vida. No son eternos. Ellos también se prestan para luchas hegemónicas, y hoy están algunos y otros no. En los últimos años hemos visto crecer de manera asombrosa a la Cadena Capriles y su diario Últimas Noticias, por ejemplo, pero también hemos visto desaparecer diarios como Así es la Noticia. Los tirajes de El Nacional no son ni la sombra de los de hace 10 o 15 años. Apareció un diario como Vea y semanarios varios, mientras desapareció una revista como Primicia. Exceso se puso ligth con los años, mientras hoy surgen revistas como Clímax, Exxito y Pax. En televisión, VTV no tendrá mucha audiencia como se quiere, pero como le duele a las élites antichavistas que haya un canal 24 horas dedicado a la promoción del régimen. Globovisión nunca se hubiera hecho tan indispensable para ciertos espectadores si no hubiera protagonizado la lucha contra Chávez. Lo que hay, a grandes rasgos, es la duplicación de esos "faros" y "guías", y eso ya es un signo positivo de reconocimiento de la pluralidad política venezolana (dos es siempre más que Uno).

Un abrazo

3:33 p. m.  
Blogger Zinnia said...

Con respecto a los faros y faritos: si hay una tendencia clara en internet hoy en día es la creación de redes sociales que justamente buscan eso..crear grupos de referencia con respecto a cualquier tema: llámese libros, música, tecnología y política por supuesto.
Los usuarios o lectores votan por el mejor comentario, por el mejor artículo, por la pleícula que más les gustó…ya el lector no acude únicamente al SR CRITICO DE CINE para que le recomiende la mejor película…también tiene su farito, y esos faritos pueden ser miles y con ellos conversa, tiene feedback, de cierto modo se conocen y reconocen…el periódico como único punto de referencia se tambalea y en eso estamos de acuerdo héctor. Un saludo

6:09 a. m.  

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