Zona de conflicto

Venezuela, sociedad mediática y comunidad política. Antagonismos y atolladeros. Ciudad y utopía. Un espacio para cruzarse con los unos y con los otros...

7/21/2006

El último round
de una amistad conflictiva
Estas son las líneas que sirvieron de presentación del libro De un lado y del otro, que recoge los 32 asaltos que se tiraron José Roberto Duque y Alonso Moleiro en el suplemento En Caracas. El libro tiene la particularidad de que es el único que se ha editado en Venezuela que recoge al mismo tiempo, y a veces de manera amarga, la polarización política que hemos tenido en los últimos años. Reproduzco todo lo que dije ayer en la Librería Macondo, ante un gentío
Para iniciar el comentario de lo que ha sido este largo combate que se dio en las páginas del semanario En Caracas, durante casi 6 meses y 32 entregas, me voy a permitir decir algunas cosas ante todos ustedes, que me parecen importantes de este esfuerzo editorial, y de este testimonio episódico de dos periodistas, de dos buenos periodistas, que además pertenecen a una misma generación, que también es la mía.

Como buen aficionado al boxeo y a otras gimnasias de combate que se inauguraron en el marco de nuestra conflictividad política, entre 2002 y 2004, las páginas que se recogen aquí, me parece, son el inside de una amistad conflictiva, de un azaroso amorochamiento, como lo llama Alonso Moleiro en las primeras páginas de presentación, que no debe ser subestimado por nadie, mucho menos por los protagonistas de este cartel.

Quiero proponerles hacer una lectura de este libro a partir de la idea de que, efectivamente, Moleiro y Duque comparten el mismo útero y nadan en la misma placenta. Me explico: en un país que ha ido revelando, en cada coyuntura, sus profundos abismos y sus implacables sorderas, sus monólogos infinitos, sus vocerías altisonantes y sus discursos aniquiladores, el hecho de que dos periodistas de una misma generación –y que se ubican políticamente a oceánica distancia– se hayan sentado, en una esquina y en la otra, a dirimir diferencias, a resguardar territorios, a expandir espacios, a redefinir posiciones y a ganar en definitiva algún combate (que para eso es el boxeo, hombre, y también la política), es la mejor muestra de una rotunda verdad de esta época, nuestra época: algo en este país cambió. Más decisivamente: algo en este país nos cambió.

¿Qué es lo que nos ha cambiado? ¿Qué es en definitiva lo que ha cambiado? Prefiero pensar que somos una generación que desde muy temprano fue alérgica a todo lo que sonara a política. “Traumatizados” por el fracaso del comunismo, a principio de los 90, entregados a las nuevas promesas de un mundo global, multicultural y sin conflicto, somos una generación en la que caló hondo aquella máxima del “no te enrolles, vale”, o del “uy, qué denso te has puesto”, o del más contundente “relájate, mi pana, fúmate una vainita”.
Ideologías aparte, somos una generación de virtuosos diseñadores, comunicadores, publicistas, diyeis, cronistas de la urbe, creadores de tendencias, hacedores del retrato hedonista, conspicuos consumidores de músicas y literaturas del mundo y, sobretodo, amantes de la velocidad. Hemos pensado el mundo como una gran banda ancha, en la que esta ciudad inmunda y maldita, esta ciudad huérfana y anárquica, malandra e infinitamente peligrosa, nos molesta terriblemente, y obstruye todos nuestros deseos. Ya Paul Virilio lo había dicho en esa década de los 90, que es la nuestra, y no lo entendimos en su justa dimensión: la velocidad destruye la política, que es precisamente el arte de poner en diálogo y en el hacer común lo que no parece unido por nada, lo que está roto, lo que no pega ni con cola.
La pregunta se ha hecho indispensable en estos tiempos: ¿No es esa la manera en que se construyen las mayorías, entendiendo las múltiples temporalidades y los distintos territorios que coexisten en la sociedad? ¿No es acaso la política el desarrollo de un tiempo muy diferente al de los periódicos y al de los ritmos que imponen la radio y la televisión?
Quiero pensar que, en el caso de Moleiro y Duque, hay algo que los mantiene y los mantendrá ligados en el tiempo. Y ese algo tiene que ver con, genealogías aparte, el ejercicio de una lectura y de una crítica francas y honestas del país y su proceso, de los días ardientes y candentes que nos ha tocado vivir. En los albores del siglo XXI, y para rubricar la máxima de los chinos milenarios, “nos ha tocado vivir tempos interesantes”, esto pasa por una manera de enfrentarse, de confrontarse y de entenderse con la política, con la eterna necesidad de construir espacios comunes con los otros. De alborotar principios, de adecuar percepciones, de modificar los lugares y de crear espacios simbólicos diferentes ¿Cuál es entonces esa política que se dibuja en los propósitos y despropósitos de estas páginas? Pues la más básica: la del ejercicio de crear lugares comunes, de definir identidades y clasificar adversarios, de construir territorios y demarcar lo que no encaja con nosotros. ¿Acaso el sentimiento político no se expresa de manera directa y espontánea, a través del gesto (jabs y uppers incluídos), del grito, de la consigna, del manifiesto, del panfleto?

En este proceso que nos ha tocado vivir, que trasciende a Chávez e incluye definitivamente a la oposición, porque si no, sería cualquier cosa menos proceso, nuestra generación apenas empieza a comprender las complejidades sociales, la necesidad de hacer uso de otras herramientas analíticas, de desplazar las referencias y de romper, categóricamente, con un pasado inerte y cínico, que es además poderoso en vínculos y relaciones. Quiero pensar que en ese pasado ni Moleiro ni Duque se quieren retratar. Y también quiero pensar que estas páginas escritas De un lado y del otro fueron pioneras en la manera de mirar, adecuadamente, el país que surgió después del referéndum revocatorio.

Estos años han sido, y se percibe flotando en las páginas de estos panfletos periodísticos (por llamar de alguna manera este testimonio hecho en clima de guerra cuerpo a cuerpo), una compulsiva movilización de idearios, fórmulas, imaginarios y retóricas que responden precisamente a una razón política: definir el espacio común y establecer una diferencia con los otros. Los ardides utilizados por estos adversarios presentan escalas que van desde el barrio hasta la urbanización, desde la comunidad hasta lo público, desde la ciudad hasta el país, desde lo individual hasta lo colectivo, desde lo territorial hasta lo abstracto, desde lo ideal hasta la mundano. Me pregunto: ¿Todos estos planos no requieren cierto cortocircuito, cierto desajuste real como para que puedan funcionar con cierta eficacia en el campo político, de manera que todo termine formando parte de una misma familia: barrio, ciudad, país, mundo, territorio, abstracción, idealidad?
¿No se trata, entonces, de un libro político por excelencia? Enfáticamente, sí. Este ejercicio del estar-juntos, en el caso de Moleiro y Duque, habla del gesto sincero y frontal de alimentarse del contrario, de atacar donde duele y de hacer retroceder al contrincante. Incluso, habla de la necesidad imperiosa de que otro, radicalmente distinto, te entienda, te reconozca, te respete de alguna manera. Que sepa de ti. Es que en tiempos de polarización política se desencadena una obsesión por la figura del adversario –así sea una sombra– que te obliga a pensar si detrás de tanta trinchera, efectivamente, alguien está esperándote, escuchándote, midiéndote.

En alguna medida este libro es un compendio de lo que todos hemos sentido en estos tiempos: ganas de afirmarnos, ganas de criticar, ganas de derrumbar y de destruir, deseos de elaborar y erigir. Rabia, fanatismo, emoción, desazón, miedo… En fin, un vocabulario en pleno movimiento, un flujo que describe también al país del eterno campamento, a la ciudad esquiva e inaprensible, que se arma y desarma en cada coyuntura.

Existe otra curiosidad en este trabajo que confirma una forma de la política de estos tiempos, que ya no podremos evadir. Uno de los protagonistas del Mayo Francés, Alain Badiou, sostiene que lo verdaderamente original de aquella revuelta fue la invención de un nuevo trayecto político en la historia del siglo XX: el que iba de la universidad a la fábrica. Es decir, el trayecto que va del saber a las masas, o de los estudiantes al proletariado. Badiou sostiene que a pesar del fracaso, eso obligó a redimensionar las luchas sociales y agregó nuevas maneras de diálogo y praxis política. Este libro confirma un hecho por todos conocido: el nuevo trayecto de la política es el que va de los medios de comunicación a los consumidores, de los periodistas a las masas, de los comunicadores a los trabajadores. Sin que lo asumamos del todo, esta nueva dimensión de la política ha servido para organizar y estructurar a las nuevas militancias que han crecido en la ciudad, y en el país en general.
A ustedes, potenciales lectores, les queda la tarea de hacer un descubrimiento: la escritura es una victoria dolorosa y fugitiva a la vez. Después de sustituir el mero antagonismo político que se respira en este libro, queda por realizar el análisis, la comparación y la objeción. Esto también, creo, es una tarea general para el país entero, y para los años por venir: en algún momento se deberá sustituir el antagonismo simple que nos ha marcado, y pasar al análisis y la comparación de nuestros argumentos. De nuestras diferencias. Los invito pues a hacer la tarea, y aceptar que entre un lado y el otro siempre habrá un amorochamiento, del cual ya no podremos escapar. Quizá, más que nunca, nos toque asumir que sólo podemos mantener amistades conflictivas, el rasgo que nos queda para repensar la verdadera democracia.
Muchas gracias

12 Comments:

Blogger JRD said...

Gracias, ratón. Por ahí me escribieron para decirme: "Espero que 'el del otro lado' no seas tú". Malintencionao el tipo, ¿ah?

Saludos, compai.

2:23 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Que graciosa es este tipo

5:28 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

El chiste retrata al personaje. Un chiste homofóbico, retrógrado, como de sargento, o de curita de pueblo.
Y si uno sigue la escritura (es una manera de llamarla) del señor Duque revela la crisis real que vivimos.
Una voz algo irreverente, chistosa, inculta, poblada de los lugares comunes más reaccionarios de la izquierda estalinista, se convierte en supuesto vocero de una parte del país.
El provincianismo fascista que emana de las ideas del señor Duque (insisto, es una manera de hablar), como su rechazo a la música académica por no representar esta el verdadero sentido de lo "venezolano", en una sociedad en vías de un progreso real sería una anécdota, una rémora del pensamiento racista, xenófobo, y ultra nacionalista de esas capas autoritarias que alberga toda sociedad.
Ahora se convierte en una supuesta referencia de un cierto tipo de periodismo, de un cierto modo de pensar. Un periodismo que incita al odio, al exterminio del adversario, a la calumnia. Un periodismo (perdonen que insista en que son modos de hablar, porque es innecesario aclarar que al leer a Duque uno comprende que su formación tiene las limitaciones de quien no conoció a fondo y en su totalidad los privilegios de la educación pública universitaria) que promueve el sostenimiento de un proyecto cuartelario, militarista, y muy muy reaccionario.
Lo que me sorprende es que este señor Bujanda trate de situarse (con palabras brillantemente escritas, eso hay que decirlo) en esa zona intermedia en la que sus manos puedan tocar lo que algunos entienden como uno y otro extremo del país.
¿Dónode quieres estar? Porque la dicotomía no es entre chavistas y antichavistas, la dicotomía es entre demócratas y no demócratas. Sabemos que la oposición alberga sectores no democráticos, pero no me digas que hay en el chavismo sectores democráticos porque ni tu adorado Lacan podría demostrar eso.
Así que toda esa retórica del nuevo socialismo en la que te empantanas pide una definición. ¿Socialismo dentro de la democracia? ¿O socialismo a secas? ¿Socialismo impuesto, socialismo clavado en las entrañas con los fusiles rusos?¿Socialismo impregando en la piel como el fuego con el que los soldados venezolanos queman niños en la frontera?
Los autoritarismos necesitan de ingenuos dialogantes que con su retórica osucrezcan el agua en los momentos iniciales, pero esos ingenuos tienen en el futuro dos opciones: volverse cínicos y apoyar abiertamente al régimen; o ser borrados del mapa.
¿Dónde estaremos dentro de cinco años? ¿Dónde estarán tus dialogantes palabras cuando los fusiles rusos estén en manos de los CDR venezolanos?

5:43 p. m.  
Blogger Héctor Bujanda said...

Anónimo pide definiciones. Pide que seamos claros, que nos situemos, que definamos si queremos socialismo en democracia o toda esa sarta de lugares comunes que recoge de los titulares de la prensa. Anónimo pide que en esta historia de confusiones uno le haga la cartografía y le ponga las palabras en su lugar, justo donde las quiere oír, donde le suenan perfectas y a su medida. Anónimo pregunta, además, ¿dónde quiero estar? E incluso, más arrecho todavía, el señor Anónimo se mofa de cierta actitud dialogante de nuestra parte, inútil por demás (cosa que, en este caso concreto, estoy totalmente de acuerdo con él). Creyendo que puede escapar a las trampas del cinismo, Anónimo increpa que podemos ser borrados del mapa cuando el poder lo decrete o volvernos colaboradores del autoritarismo campante. Un invisible pidiendo definiciones. Un invisible dando consejos. ¡Qué arrecho! ¿No es esa la forma del cinismo por naturaleza, esconder las identidades, disfrazarse de apariencia y decir lo que sea en nombre de nada ni de nadie? Les recuerdo: con los cínicos no tengo ninguna obligación, ni de dialogar, ni de pelear, ni de definir nada. Mucho menos de embarcarme en una defensa de la democracia con gente que se oculta y que para defenderla. Los conozco, son los eternos encapuchados. La diferencia es que antes, en otros tiempos, estos encapuchados eran más divertidos, más peligrosos y muchos menos rezongones. Eran de verdad. Ahora son unos cínicos jodedores. Yo prefiero defender la democracia ejerciéndola. Y todo ese asuntito, como se sabe, comienza por colocar unos nombres y dar una cara.

10:12 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Me habías convencido. Iba a pedirte perdón por existir, y hasta pensaba rematar con una cita de Lacan que yo, al igual que tú, que todos, no entendía. Pero leí lo de la sarta de lugares comunes que recogen los titulares de la prensa. Me dio angustia. Pensé y pensé. Busqué en internet y descubrí que fuiste director de Política de El Nacional por allí por el 2002. O sea que tú sabes que jode de esos titulares porque con eso se pagaban los giros del carro y del apartaco. Discurso opositor con quince y último.
Cualquiera diría que eso sí que es cinismo del bueno.
Pero nada, volví a leerte y creo que tienes razón. Me convenciste. Y ya no me pregunto dónde estarás en cinco años. Estarás muy bien. Mejor que nunca.
No te molesto más, me limitará a asentir con la cabeza cada vez que nos ilumines sobre el socialismo. Felicitaciones por el viaje a Perú, por eso y por los muchos viajes que estarás haciendo en los próximos tiempos. Ardo en deseos de conocer con tus palabras por qué Humala perdió las elecciones.

12:59 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

parece que no hay mucha diferencia entre los rebuznos bárbaros y chistes homófobos de Duque y las refinadas reflexiones afrancesadas tuyas, Héctor. Fíjate bien con quiénes juntas tu pensamiento, que eso se pega...

3:43 p. m.  
Blogger Héctor Bujanda said...

No ardas tanto en deseos que te puedes quemar, viejo. Mira que eso pasa más de lo que tu crees, sobretodo en estos tiempos duros en que a veces se le sube a uno el candelero a la cabeza y termina con el que te conté achicharrado. Vainas del fanatismo rezongón. Te reconozco algo: me parece un gran acto de cordura que te permitas una modestia en medio de tu cómodo anonimato: y que manifiestes tu ignorancia lacaniana y de muchas otras cosas más. Lo que no puedo entender bien es esa angustia que te carcome desde hace tanto tiempo, y que no hayas cómo vomitarla sino a punta de anónimos, como para que no te descubran. O peor, como para que no te descubra yo, que segurito te conozco. No te dé pena, vale. Aquí no le comemos nada a nadie, aquí te vamos a tratar con toda la elegancia francesa. No somos ni El Ciudadano ni La Hojilla.
Por cierto: se te ve un poco feo sacar cosas del pasado así por mera pepera de culo, como dicen. Se ve una vez más lo desinformado que estás. Y ya entiendo por qué te aferras tanto a los titulares de la prensa, como para que nadie diga que tu no sabes. Déjate de eso, aprende a pensar por ti solo, mira que también esas vainas se pegan.

1:04 a. m.  
Blogger enigmas PRESS / Gandica said...

Vaya...
Hay tanto material. Escalera móvil. Dinámica expansiva. Tantas frases y conceptos de derroche pulsional...que perdí sencillamente el punto de referencia.
Una lástima que Mr Anónimo no se haya identificado puesto que uno pierde el respeto por todo su planteamiento, y al que ya estamos acostumbrados por la contrautopía y por parte de los hooligans de la liberté.
El comentario de Mr Anónimo lo relacioné con lo dicho en el post acerca de profundos abismos y sus implacables sorderas, sus monólogos infinitos, sus vocerías altisonantes y sus discursos aniquiladores...
¿Habrá algún día un fin de tablas, de empate para todo este boxeo político que parece alargarse cada día más de la cuenta?
Por otro lado veo en el post de H.B lo poderosa que es la herramienta de los blogs. Para los que vivimos en el interior, entre niebla y montañas, y estamos menos conectados de la dinámica expansiva que ofrece la "huérfana ciudad anárquica", este tipo de post-información, post-de-ilustración dosificada, nos pone un poco al tanto de algunos acontecimientos que de otra manera se nos escapan.
Vaya un gran saludo a H.B y a j.r.d

5:54 p. m.  
Blogger Héctor Bujanda said...

Enigma, tienes mucha razón. Habría varias cosas que discutir del señor Ánónimo y de sus señalamientos, pero te confieso que me da dolor de bola tener que hacerle la tarea a estos holigans de la liberté, como bien describes. Sobretodo porque lo suyo no va precisamente por la discusión política. A este holigan lo que se le atraviesa es un peo que tiene de lejos conmigo. Pues que se identifique y ya, y me lo diga en la cara, a ver como nos ponemos...
Y en cuanto al ring y al boxeo permanente... pues que dure lo que tenga que durar. Eso no es más que un síntoma de que alguien, tanto de un lado como del otro, no acepta la posición que tiene. Así que en el movimiento y la expansión de la discusión y la conforntación se obtienen territorios, y también se pierden... Vainas de la política y de la guerra de posiciones, como diría Antonio Gramsci

4:12 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

pana què ladilla, serà profundo tu escrito.......digo 'serà' porque la verdad es que hay que estar como medio loco para calàrselo en ese formato

4:43 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

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3:07 p. m.  
Blogger Guillermo said...

...la verdad, que sabroso es criticar e insultar desde la protección y respaldo que te da una revista (o un "anonimo", pff), a nosotros, "hordas" que si ponemos nombre y apellido y que solo estamos respaldados por nuestras propias acciones. Ni las de nuestros padres ni las de nuestros jefes.

9:58 p. m.  

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