Zona de conflicto

Venezuela, sociedad mediática y comunidad política. Antagonismos y atolladeros. Ciudad y utopía. Un espacio para cruzarse con los unos y con los otros...

8/14/2004

Contra el final perpetuo

Héctor Bujanda
I
Máxima temperatura: las energías y pasiones invertidas para aniquilar al otro, para borrarlo del mapa territorial, están en su salsa más espesa. A diferencia de otros momentos radicales de alto octanaje, vividos en los tres últimos años, esta semana finalmente empezamos a vislumbrar las claves de una telenovela que se ha alargado inexplicablemente. Ocupados como estamos en las máximas audiencias, en las tribunas multitudinarias, el culebrón nuestro sigue más o menos atascado en el mismo lugar desde el 2002: “Se va o no se va”. Supongo que Arquímedes Rivero aprendió una gran lección de nuestras vicisitudes patrias: cuando no sepamos qué hacer, cuando no tengamos nada que ofrecerle a nuestros “televidentes”, insistamos en los atascos dramáticos, en los retorcidos nudos del melodrama. Así, todos quedamos suspendidos en un vacío perenne, con las lágrimas en los ojos, con la ira entre los dientes. De hecho, como los grandes finales a lo Delia Fiallo, ya no importa qué ocurrirá el día de mañana, si saldrá una telenovela cultural de César Miguel Rondón o una barrial de Román Chalbaud. Si vendrá otra de Padrón o una de Jesse Chacón. Lo importante es que todas las fantasías estén puestas en un día, en unas horas, en el tan esperado capítulo final de esta historia. Rating garantizado.
II
Habrá que pensar seriamente cómo ha ocurrido está fusión tremendamente promiscua entre política y espectáculo, entre gestión y rating, entre información y melodrama. Al punto de que la política ha dejado de existir en su forma clásica (deliberación pública, diálogo, reconocimiento y persuasión) para operar como un guión más de nuestra poderosa lógica del espectáculo. Ocupados como estamos en atender a los títulos de la prensa, a los noticieros y a los programas de opinión radial, hemos perdido un lenguaje –el lenguaje propio—para discutir y entenderse en sociedad. Las palabras, las expresiones, las claves para juzgar los hechos cotidianos no están de nuestra parte (de la parte del consumidor, del televidente, del ciudadano). Esos lenguajes son acomodados una y otra vez para consumo rápido, vertiginoso y mediático. No crea, como el chavismo, que es un mal exclusivamente nacional. Por el contrario, la política global, más que nunca, es un subproducto espectacular. Una peli que atiende al riguroso guión dramático, con picos de tensión y distensión, con capítulos de terror y verdadero dolor.
III
¿Cómo vislumbrar lo que hay más allá del subproducto espectacular de la política? Por ahora, sólo vislumbramos vértigo, ansiedad, vacío. Cada quien tiene su nudo en la garganta y espera, en la ya larga letanía, que por obra y gracia de los hacedores de noticias aparezca el hecho, la circunstancia, el suceso que difiera una vez más el final de este culebrón. Al fin y al cabo, tenemos tres años sometidos a un final perpetuo. El fantasma que ahora ronda por las urnas electorales es precisamente el de “¿habrá o no referéndum?”. Este fantasma, por cierto, está ligado a la manera de gestionar nuestro goce. Estamos a la espera de que el espectro del otro, del que mueve los hilos en silencio y tras bastidores, nos robe definitivamente la voluntad más preciada e irreductible: la de elegir. Así estamos: presos, paralizados ante la amenaza gozosa del otro.
IV
En esta tupida red melodramática, de la que no podemos vislumbrar ni siquiera una alternativa, la posibilidad de que no haya referéndum sería el argumento ideal, perfecto, para disparar la guerra social. La matriz (pienso en la fórmula The Matrix) no es espontánea. Está atada a una madeja de argumentos que, como piezas de una rayuela, arman el guión sangriento de nuestros días: si no hay referéndum habrá violencia... si gana Chávez habrá violencia... si gana la oposición habrá violencia... si se desconocen los resultados habrá violencia... violencia, violencia, violencia. En esta perspectiva construida desde el terror, el referéndum del 15 de agosto ¿es el final o el comienzo de algo?
V
La gran estafa espectacular está asentada sobre el vacío. No podría ser de otro modo: la política mediática es efímera y vertiginosa, se ancla como el lema de una publicidad, pero no sirve para la acción, la gestión y la organización social. Es simplemente un mensaje, una píldora, un veneno. De allí que la política espectacular viva de reprogramar los nudos dramáticos, de suspender la tragedia, de elevar la tensión y la atención con el fin de ganar tiempo. ¿De ganar tiempo? Sí. Hoy más que nunca el espectáculo es un ritmo, una estructura que permite abrir boquetes profundos detrás de la matriz, sin que lo noten los espectadores. Así estamos, atrapados, presos en la fantasía de la violencia. Calentando el aceite, aceitando la block, limpiando los cuchillos, preparando las bolsas negras...
VI
Romper la matriz espectacular, deshacer la unidireccionalidad del guión, cambiar las líneas del argumento. En esa causa se inscribe Gris. Entiende que nunca se produce, efectivamente, el vacío ni el vértigo absoluto en la sociedad. Siempre hay maneras de recomenzar la historia, de rehacer el mapa, de reestructurar la política y desmontar los discursos para consumo rápido y masivo. De evadir la violencia que ahorca y paraliza. El 15 de agosto es sólo el comienzo de una historia en la que cada uno de nosotros tendrá que hacer valer sus intereses en democracia. Que cada uno tendrá que someterse a su auto examen y afrontar de manera protagónica su papel en sociedad. Ya no hay por qué esperar el nuevo titular de la prensa o las palabras del locutor o comentarista a las 6 de la mañana (los oráculos y grandes hacedores del guión) para hacerse una idea de cómo están las cosas en el país.
VII
Es hora de que cada quien empiece a entender que debe defender democráticamente (diálogo, persuasión, deliberación, reconocimiento) su porción en este territorio, su visibilidad, su voz. Es hora de multiplicar las redes de diálogo y comunicación, de autogestionar los mensajes y las voces. De activar la política con sentido solidario y no excluyente. De disipar, cuanto más se pueda, la dimensión espectral de las fantasías conspirativas y violentas (todas conducen a eliminar al otro). Para eso, un buen punto de partida sería terminar de comprender que detrás de las entelequias espectaculares llamadas “Hugo Chávez” y “Coordinadora Democrática”, hay gente de carne y hueso organizándose, pensando el país, actuando u opinando. Ese es el principal capital para saludar siempre la democracia, para evitar la violencia. Para continuar, gane quien gane, construyendo el país que queremos. Para los grises el 15 de agosto no es un capítulo más de este final perpetuo que ha sido arduamente montado por la política espectacular, sino un principio de apertura, de expansión, abierto a nuevas formas de identificación y participación política. A votar, pues. Y nos vemos al día siguiente (hablo de nuestros enemigos y de nuestros amigos, todos entrañables).

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