Zona de conflicto

Venezuela, sociedad mediática y comunidad política. Antagonismos y atolladeros. Ciudad y utopía. Un espacio para cruzarse con los unos y con los otros...

9/21/2006



Más allá del 3–D,
el pueblo lo que quiere es gobernar
Aunque este texto se investigó y se escribió para la revista Exxito antes de que comenzara formalmente la campaña electoral, tiene una vigencia muy particular. Aquí se encuentran enunciadas las principales disyuntivas que tienen los movimientos sociales con respecto a la lógica electoral. En barrios y comunidades ha prosperado una politización que aún no consigue una clara representación en el Estado y sus instituciones. Esta dinámica política, aunque no favorece a la oposición, sigue abierta a diversas transacciones, muchas de ellas, incluso, se están llevando a cabo a espaldas de los grandes medios de comunicación y de los discursos oficiales. Puede que la verdadera revolución aún no haya llegado, que es lo mismo que decir que el proceso sigue más abierto que nunca. Habría que empezar por reconocer que el chavismo tiene muchas fuentes y filiaciones, y que la del zapatismo es una de las más consistentes (aunque una de las más negadas públicamente). De allí se desprende toda una teoría y praxis política que apunta a la autonomía del poder popular...

Después de pasar meses difundiendo de manera indiscriminada su eslogan de campaña, el día de la proclamación formal de la candidatura presidencial ante el CNE, el pasado 12 de agosto, Hugo Chávez tuvo que matizar lo que siempre pareció una exageración: “Veo difícil que les metamos los 10 millones de votos por el buche, nadie crea que ganamos la batalla. Hasta el último voto hace falta”. El ataque de realismo del mandatario se produjo, nada más y nada menos, que en el mitin de apertura de su campaña en la Plaza Caracas, ante una multitud de camisas rojas.

Aunque el comando electoral, integrado por 25 partidos y presidido por Francisco Ameliach, tiene como meta la consecución de esos 10 millones de votos para el 3 de diciembre, todo hace pensar que las palabras del Presidente muestran las costuras de una estrategia que, desde los medios oficiales, no ha podido movilizar y entusiasmar a la población electoral. Felix Seijas, presidente del Instituto Venezolano de Análisis de Datos, considera que el solgan “10 millones por el buche” es totalmente legítimo, y ha funcionado para despertar a la gente, para darle esperanza y confianza. “Sin embargo, todos sabemos que es una meta imposible. Yo creo que Chávez estuvo en lo correcto cuando matizó la promesa electoral, porque ésta encierra un peligro: es una meta tan cuesta arriba, que puede conducir al triunfalismo. Hay muchas experiencias de ese tipo. El triunfalismo puede ser mortal para un candidato, porque hace que su apoyo se reduzca en 6 o 7 puntos, llegado el caso”.

La aspiración de obtener 63% del total del electorado no responde a las tendencias propias que ha mostrado el chavismo, ni siquiera en tiempos de vida o muerte, como fue el caso del referéndum revocatorio de 2004, cuando se obtuvieron poco más de 6 millones de votos. Si se toma en cuenta, adicionalmente, la lentitud con que la oposición definió su candidato y su estrategia de campaña, el panorama electoral luce cargado de apatía, justo en la fase rem del sueño, cuando faltan 120 días para los comicios.

Seijas considera que hay cierta indiferencia o indecisión en poco más del 50% del universo electoral. “En Venezuela hay tres tendencias políticas claramente definidas. El bloque del cambio, que agrupa al chavismo, el bloque de la oposición y el de los independientes. En los últimos meses la tendencia del bloque de los independientes ha crecido. Y cuando eso ocurre, hay que pensar que algo en los polos no está funcionando bien. En este momento hay una migración hacia el segmento de los independientes, que está creciendo a expensas tanto del chavismo como de la oposición”.
¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué la campaña no logra prender en la gente y entusiasmar a los electores? ¿Cuánto de empoderamiento hay en las comunidades como para ejercer un voto conciente a favor de Chávez? ¿La migración hacia el bloque de independientes habla de una falla en el ejercicio de Gobierno?

Para el miembro del comando de campaña de Chávez por el PPT, Gustavo Hernández, la apatía o la indiferencia que se expresa en las encuestas no es algo que se le pueda atribuir al Gobierno. “Uno de los grandes logros del Presidente es que ha vencido la apatía, y la sociedad venezolana participa activamente en la vida política del país. Ya no es un asunto de los cogollos y de los partidos, es un asunto de la sociedad venezolana. En ese sentido, es probable conseguir los 10 millones de votos. No es una meta fácil, pero la revolución tampoco es una cosa fácil”.

¿Cuál gestión?

Lo que Hernández considera una victoria de Chávez contra la apatía, no resume precisamente el desaliento que viven algunos sectores sociales y dirigentes comunales, que son el blanco del desfase que hay entre participación política y gestión gubernamental. En el núcleo endógeno Fabricio Ojeda se reúnen los miembros de los comités de salud de toda la cordillera de Gramoven. Allí, Yuraima Quintero, del sector Alejandro Oropeza Castillo, sostiene que este no es el mejor momento para iniciar una campaña electoral, mucho menos para luchar por la conquista de 10 millones de votos: “A nosotros nos cuesta muchísimo hacer una asamblea. Nos está costando organizar los consejos comunales. La gente no cree”. Quintero denuncia que el sector tiene 3 meses con las tuberías de aguas negras rotas, y nadie, desde la Junta Parroquial hasta el Ministerio de Infraestructura, ha atendido la emergencia de la comunidad. “Si no hay respuesta o solución, si la gente no ve que se pueden arreglar las cosas, entonces cómo hacemos para ganarnos esos votos. Este año es electoral, y nosotros tenemos problemas graves, como el deslizamiento de casas, y ni el ministerio de Vivienda y Hábitat nos ha respondido. Cuando vayamos a sacar a las patrullas electorales, cuando tengamos que hablar por esos 10 millones, qué va a decir la gente: que le pedimos el voto, pero nadie los atiende”.

María Márquez, del sector La Cubana, interviene en el diálogo y afirma con énfasis que para ella “la revolución significa trabajar para la gente, para los más pobres, no para el bolsillo de cada quien. Nosotros estamos con Chávez, y trabajamos mucho por este proyecto, pero tenemos que ver hechos”. El miembro del comité de salud del sector Manantial, José Carvajal, dice con desaliento que tuvo que retirarse un tiempo de las reuniones que se hacían en el Núcleo Endógeno, porque “siempre hablábamos de lo mismo, y nunca se ha conseguido nada. Prácticamente nos hemos convertido en enemigos de nuestras propias comunidades. Nosotros nos hemos montado sobre los hombros este proceso, en cambio los políticos que trabajan con Chávez lo hacen por el 15 y último. Ellos están jugando a una división. Estos disfraces nos están haciendo ver ante nuestra gente como demagogos, como que no cumplimos. Para la campaña yo no voy a convocar a asambleas en el barrio, trabajaremos en los callejones, en las escaleras, dando información sobre el proceso a la gente, una por una”.

Angélica Morón, del sector Tamanaquito, afirma estar de acuerdo con la propuesta que hizo el diputado del MVR, Carlos Escarrá, de relegitimar los poderes después del 3 de diciembre, porque esa es la manera de sacar a los que no han entendido que el proceso es de la gente. “Si legitimamos al Presidente en diciembre, tenemos que ir a cortar rabo y cabeza a los que no han cumplido con su trabajo. A nosotros nos hubiera gustado que el Presidente se separa del cargo durante la campaña, para que viniera a los barrios y entendiera qué es lo que pasa aquí”. José Carvajal propone, incluso, que después de las elecciones Chávez organice un gran encuentro con las comunidades, en el que puedan plantear directamente las necesidades y proponer soluciones. De lo contrario, considera, cierto malestar se va a expandir en los barrios. Al escuchar esta advertencia, Yuraima Quintero agrega decepcionada: “En mi sector la oposición se ha puesto pila, y está creciendo alrededor de Roberto Smith. Esa es la gran rabia que tengo, porque a mí no me atienden en el Gobierno, no me dan respuesta. La gente en mi barrio nos denuncia porque no logramos nada”.

La otra campaña
Gustavo Hernández, quien también es diputado al Parlatino, aclara enfáticamente que las quejas que se le hacen al Gobierno no son contra Chávez. “Es cierto que han ocurrido muchas protestas, pero en ninguna se ha cuestionado el liderazgo del Presidente. Lo importante es que este liderazgo trasciende las protestas localizadas. Todos esos rechazos se hacen en nombre de mejorar el proceso, no de dar un salto atrás. La oposición sería el regreso al pasado”.

Para el trabajador comunitario Edgar Pérez, mejor conocido en La Vega como el Gordo Edgar, lo que se pone en duda no es el compromiso de la gente con su líder, sino con un Estado que no refleja la inclusión ni la participación de la gente. La campaña, desde su perspectiva, debe trascender el objetivo electoral, y encarar la compleja tarea de profundizar la revolución. “No podemos quedarnos con el mero hecho de ratificar al Presidente. Algunos pensamos que el Estado no hace revoluciones, ni el Gobierno tampoco. Pueden ayudar, pero la revolución la hacen los pueblos. Nosotros hablamos de un gobierno de la gente, desde la base. Hay una demanda histórica del movimiento popular por tomar las riendas del país. En el último gobierno de Caldera, la sociedad civil del este de la ciudad planteaba que quería elegir. Nosotros, en las comunidades de base, planteamos que queremos gobernar. El líder puede ayudarnos mucho, pero la decisión fuerte está en nuestras manos”.

Veterano de las luchas sociales en La Vega, el Gordo Edgar también es vocero del colectivo Comunidades al Mando, y anuncia que el movimiento Por Todas Nuestras Luchas, al que igualmente pertenece, prepara otra campaña paralela a la de los partidos del Gobierno, que profundice el nivel de conciencia y el papel que deben ejercer las comunidades dentro del proceso: “Aquí nada no los van a dar, hay que conquistarlo con nuestra movilización, con nuestras luchas. Estamos haciendo otra campaña, donde tratamos de articular la denuncia de los campesinos, que han sido asesinados por la cuestión de la tierra; la situación de los indígenas en la Sierra de Perijá, donde hay comunidades movilizadas para que se detenga la explotación del carbón; y la lucha contra la impunidad y la corrupción. Tenemos preparada una gran movilización para noviembre, con motivo del cierre de campaña, que haga visible nuestras propuestas para después del 3 de diciembre. Los cambios no pueden ser bruscos. La revolución tiene que ser un proceso continuo. La revolución no es el gran hecho, porque eso ya lo vivió la humanidad y fue muy traumático. La revolución debe ser un proceso cultural, un ejercicio cotidiano infinito”.

La batalla que vendrá
El gordo Edgar afirma que los partidos políticos del proceso no tienen nada que ver con las comunidades. Esas organizaciones, más bien, reflejan la forma en que se viene conformando el gobierno de Chávez. Aunque la retórica política gire en torno a la democracia participativa, aún existe un abismo entre los movimientos sociales, el Estado y sus distintas formas de representación. Para Libio Rangel, miembro de un movimiento llamado Calendario Productivo Sociocultural, cuyo objetivo es propulsar el cultivo y desarrollo de semillas precolombinas con criterios endógenos en más de 500 comunidades, esta campaña electoral, a diferencia de las anteriores, plantea un verdadero reto para los movimientos sociales.

Rangel observa que tanto los Círculos Bolivarianos como las Unidades de Batalla Electoral fueron manipulados en el pasado por el MVR, con el fin de neutralizar las demandas de las comunidades. La diferencia es que ahora el ciclo electoral coincide con una red del poder popular que se ha fortalecido no sólo políticamente, sino como organizaciones legales, a través de la ley de Consejos Comunales: “Tenemos el reto de ver si este nuevo empoderamiento, que se ha dado con los consejos, trasciende la cita electoral. Hay una gran pelea entre un Estado que es necesario mantener para el juego internacional –aquel que representa a la democracia representativa– y el compromiso del pueblo, de la organización, de la conducción de las bases, como máxima instancia de poder. El líder trata de impulsar, pero los intermediarios quieren controlar, no dejan desarrollar autónomamente el poder popular. Hay una pugna que no va a ser fácil resolver. Las elecciones, hasta el 3–D, han servido para que la maquinaria partidista, en un viso de oportunismo, hegemonice la organización popular. Y el gobierno después termina neutralizando, acallando y pulverizando los movimientos sociales. Antes pudo más la maquinaria y las estructuras del Estado, que las fuerzas del poder popular. Ahora podría ser distinto”.

A pesar de que la propuesta de Carlos Escarrá goza de amplia aceptación en los movimientos sociales, para Libio Rangel el anuncio o la promesa de relegitimar los poderes públicos en 2007, no es más que una manera de seguir perpetuando el ciclo electoral. “Esta propuesta significa seguir en campaña. El Estado, como sabemos, no se autodepura. Quien lo depura es el pueblo, así que no existe eso de que por vocación los políticos se van a retirar de sus tareas. Para nosotros, lo importante es el empoderamiento de la gente y la contraloría social. A la postre, eso va a plantear una pelea con el Estado, que no sabemos a dónde va a llegar”.

El presidente Chávez pidió públicamente que el comando de campaña fuera integrado no sólo por los partidos del proceso, sino también por los movimientos sociales, mostrando su habilidad para integrar el clamor y el malestar del voluntariado de base. Aunque existe la disposición de apoyar activamente la búsqueda de los 10 millones de votos, está claro que entre las cúpulas de los partidos políticos y los dirigentes comunitarios existe un abismo insondable. Quizá, como dice Libio Rangel, el movimiento popular está en una fase en la que si vuelve a ser desdibujado por el ciclo electoral, “se perderá la posibilidad de cambiar, profundamente, a la sociedad venezolana”.

9/09/2006



Una carrera de ciegos
para vencer la abstención

Después de muchos desmadres, desplantes y demás especies desmovilizadoras que aplicó la oposición como “política”, parece que finalmente se ha caído en gracia y se intentan recuperar los votos y las calles perdidas desde aquél 15 de agosto de 2004, cuando se evitó de todas las maneras –por pudor, por pena ajena, por estrategia a mediano plazo– presentarse ante la sociedad como una minoría, sólida minoría por demás (40%). Hay que advertir que por más desazón que nos haya producido esta política de la “no-representación”, los efectos que ha generado para el ciclo electoral de este año le incumben no sólo al antichavismo, que se ha motivado alrededor de la candidatura de Manuel Rosales, sino sobretodo al chavismo duro, que hoy lucha en dos frentes por igual: aumentar o sostener su caudal de simpatizantes, y estimular con ello la participación electoral a todos los niveles, ante un significativo porcentaje de abstención que aparece en las encuestas.

Otra lectura podría sacarse si invertimos la perspectiva: el efecto de haber dejado solo al chavismo en los poderes públicos y en los distintos foros políticos del país, ha abierto un panorama inesperado para las elecciones de diciembre. Después de vivir una polarización de vida o muerte, y una feroz dialéctica amigo-enemigo, el hecho de que el chavismo cargue con todas las promesas de gobierno y con todos los errores inherentes a sus formas y estilos de gestión, y por ello no tenga contrapesos de ningún tipo, ha hecho que cierta pesadumbre o indiferencia se asiente entre la gente.

Hay que agregar, sí, que en tiempos donde la política se ha hecho una sofisticada forma de espectáculo, los contrapesos opositores están en los medios de comunicación. Aún así, hay una evidencia imprevista: la calle se ha enfriado, se ha desapasionado, se ha pragmatizado, ha perdido algo del voluntarismo heroico que la marcó en los días de marchas y contramarchas, de movilizaciones y apretujones masivos. Una de las virtudes de la democracia participativa se asocia, precisamente, con la actividad, con la movilización, con el empoderamiento. Puede que asistamos a un momento del país donde hay chavismo y antichavismo pasivo, que no se molesta en ocupar espacios y territorios, en marcar visiblemente una identidad política. La apatía parece el signo de esta campaña.

Esto ha hecho que ambos bandos compartan hoy un objetivo: revivir la emoción, el entusiasmo, la esperanza, la ira, el desenfado, la confrontación… Esas emociones que son necesarias para desarrollar una contienda electoral. El fantasma que asedia al 3-D no es el fraude o la trampa, sino la abstención, y la verdad es que siento que, llegado este momento, nadie sabe cómo rescatar lo que se ha perdido. Por un lado, el chavismo apela al histrionismo excesivo de Juan Barreto (con insultos y teatralizaciones de circo romano que sirven de plataforma para la expropiación de campos de golf), y que llevan por objeto movilizar el espíritu de clase que tanto ha servido al proyecto político bolivariano en años anteriores. Por el otro, Rosales intenta apelar a una vieja fórmula del populismo que había sido poco explorada contra Chávez: en tiempos de riqueza saudita, bien vale la pena repartir la renta, así sea al estilo del más rancio populismo salvaje: la tarjeta de débito “mi negra”. Por un lado, se quiere revivir la confrontación y el antagonismo como legítima lógica de la lucha de clases en democracia, y por el otro se intenta revivir el populismo como doctrina mimética que sirve para todo, y para todos los descontentos de clase.

Sin embargo, en esa búsqueda de penetrar el muro opaco de la abstención, el chavismo intenta neutralizar las teatralizaciones del conflicto de clases que hace y propone Barreto. Pareciera que una parte importante de la maquinaria oficialista entiende que el lema de Rosales es el justo, casi el ideal para sus lineamientos de campaña: “un gobierno para 26 millones de venezolanos”. A pesar del verbo impredecible de Chávez, la maquinaria intenta reconciliar lo que es irreconciliable, y plantea una campaña inclusiva, sin ensayar las grandes polarizaciones del pasado. Algunos estudios y cálculos deben estar anunciando el desgaste de la diatriba y de la confrontación como estrategias de campaña. En este sentido, la tesis de partida de la campaña de Rosales parece correcta, si se toma en cuenta la cayapa que le aplicaron a Barreto dentro del MVR.

A Rosales, que empieza sus recorridos de calle, por barriadas en las que la oposición hace años que no se movía, le toca el papel del líder valiente que desafía consensos y busca deshacer relaciones políticas constituidas. Para los que se sensibilizan ante las agresiones con piedras y botellas que ocurrieron en Catia, hay que recordarles que la batalla es peleando, tal como lo hizo La Causa R en Guayana, cuando comenzó bregando cuerpo a cuerpo su espacio en el sindicato de Sutiss, por allá en los años 80, y terminó abriéndole un agujero enorme a todo el Pacto de Punto Fijo, a principios de los 90. La delicadeza no es una virtud en un país con dos mentalidades y proyectos políticos irreductibles. Así que es posible que veamos, aunque nunca como en los años anteriores, brotes de conflicto callejero en los meses que quedan de campaña.

De manera que la campaña ha comenzado sólo con una certeza: derrotar la abstención. Y pareciera que nadie está del todo seguro en cómo, efectivamente, vencerla. Las intuiciones apuntan a apelar a los sentimientos de unidad nacional, pro encima de las exclusiones y los conflictos de clase. Veremos que ocurre este mes, el mes decisivo según las encuestadoras, para saber si Rosales es capaz de remontar los números…


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